El inquilino

Soy una grieta más en la imperfecta obra del arquitecto del universo, un engrane torcido en la maquinaria cósmica, una semilla de desesperanza que germina en el desierto, un habitante de la carne, el ladrón de oxígeno producto de la respiración artificial, el que se gasta la vida entre la humedad de un maltrecho pulmón, un total dependiente, la pesadilla de la ciencia médica moderna, el inquilino maldito, soy aquel que nadie quisiera conocer.

Sin embargo mi vida peligra . . . Un sicario quiere matarme . . . ¡No tengo miedo! Mi hospedero es quien debería temer!. Le ofrecí el regalo del suicido colectivo, ¡Y ahora me manda matar! Si él se muere yo me muero, y si yo me muero él no se muere, ¡Que contradicción!. Me pudro en los celos, quisiera ser tan independiente como él, tener ese cuerpo tan hermoso y poder hablar más allá de la voz de la conciencia, ahí donde los sordos han sido desterrados.

El arquitecto del universo se toma su tiempo también para escribir, y como un sádico escritor inventa mi destino a modo de tragedia.. Me da un tajazo con la pluma, se ríe, me insulta y vuelve a escribir. Solamente a un cerebro enfermo se le podría haber ocurrido una situación tan repugnante. Comienza mi historia situándome en las entrañas de un ser egoísta, al que no le gusta compartir la muerte a menos que se le fuerce a ello. Le da los medios para atacarme con asquerosos venenos, y al ver que sigo en pie, lo hace contratar a un sicario para borrarme de la historia.

¿Y qué gana él con mi dolor?, ¿Qué gana él haciendo historias tan perversas? ¿Qué gana él haciendo de la tinta una espesa de sangre donde flotan las especies de la tierra?¿Porqué nos hunde entre la sangre con violencia y coloca en una isla a unos cuantos? La respuesta se pudre en su cabeza e inquirir es en vano.

La muerte se ríe allá afuera, el sicario destruye mi templo. ¡Ven y mátame!, ¿Podrás hacerlo? ¿O perecerás ante tu bisturí?. ¡Jamás creí que el exterior fuera tan horrible! ¡Quítame esa luz y mátame a obscuras que quiero morir como los topos! ¡ Oh el dolor!, ¡Sígueme cortando! ¡Quiero bañarme en sangre y morir limpio!.

¡Por fin nos vemos frente a frente!, Hospedero e inquilino. ¡Traidor!, ¿Sabes una cosa? Ni mi muerte podrá salvarte de mi maldición. ¡Alojados en ti han quedado los hijos de la muerte! ¡Bendita metástasis! ¡Hagan sus estragos en el cerebro del traidor hijos míos! ¡Rompan toda sinapsis de hermosos recuerdos y dejen vivo solo aquello que le aterre! ¡Que ni siquiera el sueño del coma le reconforte pues ustedes se volverán pesadilla!

Llegará el momento en que quien fue mi hospedero recibirá los santos óleos. Entre rezos y lamentos intentarán bendecir un cuerpo maldecido por mis celos, y se hablará en nombre de muchos, en nombre de dios, en nombre de cristo, en nombre de María la virgen, en nombre otros más tal vez. Cómo última cosas hijos míos, que son también hijos de la muerte, les pediré mi deseo final mientras la agonía me lo permita, cuando llegue ese momento hagan mencionar mi nombre también. Les recuerdo, mi nombre es...