10 días con sus respectivas noches fuera de casa, 3 viajes con sus inevitables escalas, transbordos y sus distintos transportes, 3 trenes, 2 aviones y 4 taxis. De regreso, del último regreso de la última de las idas, un concepto, un tema, una pregunta... ¿es malo estar solo?.
Este barrio me suena, creo que es el mío, 17 bares por cada 6 portales, en el mío hace fresco, la gente no responde a los saludos, el ascensor huele a leche cortada, la llave abre mal, esta puerta me suena... es mi casa. De nuevo el concepto, ¿es malo estar solo?.
La maleta en el suelo y a medio deshacer, el ruido de la lavadora, el teléfono móvil recargando su batería, tres trastos absurdos más ya colocados en el mueble, comida caducada en la basura, las gotas de agua después de la ducha se van secando en mi piel, un leve grito -mierda¡¡¡-, búsqueda enferma de un cigarrillo, y de nuevo el tema ¿es malo estar solo?.
Los bolsillos de la chaqueta, el pantalón, la otra chaqueta, el otro pantalón, la maleta de viaje y la bolsa de mano, lleno todo de tarjetas de visita, con sus colores chillones y sus agradables texturas, pero lo más valioso va en el recuerdo, esa mirada entre triste y agitada, dulce, de infinita empatía, como un túnel negro puro que en dos segundos absorbió mis ojos, mi boca, todo mi cuerpo¡¡¡, ingrávido, un minuto escaso y eterno en el paraíso, estaba dentro¡¡¡ dentro de ella¡¡¡...no¡, ahora no¡, déjame¡, chitón¡, piérdete¡, por qué de nuevo la pregunta que ningún viaje resuelve?... ¿es malo estar solo?...
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