Amor es el pan
que al resbalar por tu mejilla
trizó de miel la sal de mis quimeras.

Abierto y expansivo
como glaciares que bullen y se frotan
bajo el milenario techo de una ola.
O frío,
cegado por la grieta
del severo mundo
que azotan las campanas de una boda.

No censar
el sin destino de la fiesta,
de la mía o de la nuestra.
Naveguemos a las mancas zonas
que nos llevan,
al destino de la obra,
al azar en la marea.
Al ritmo de las aves
cuando saltan al vacío,
en atavíos de aire fresco,
como signos que se acercan.

Sólo el amor absorbe
el murmullo de horas yertas.
Dejad el barullo en acecho
y el biombo que esconde
nuestra más sencilla apuesta:
La sangre ha de volver. Sólo el amor revela.