Hoy me marcho, es de madrugada, el sol apenas asoma en el horizonte, el aire húmedo y frío sabe a soledad y sal. Camino rápido, por las calles con adoquines, con los cerros a mi espalda el mar se abre ante mis ojos. El mar, la libertad, el olvido y la soledad.
Bese tu frente y te pedí perdón..., perdón marcharme, perdón por haber dormido en tu cama.
Ayer, pediste que me quedara y me deje atrapar, soy presa fácil. De las que no aciertan a correr sino a la trampa de su cazador.
Reímos, bailamos, escuchamos viejas canciones, seducidos por el perfume de los naranjos, la luz de las estrellas, nos sentimos dioses en una noche infinita, al fin, borrachos de luna y amor nos acostamos, mis manos acariciaron tu pelo y mi boca sedienta bebió de tu piel, sentí el calor de tu cuerpo, la perfección de tu espalda. Tu aroma mezcla de incienso y canela, se quedo en mi cuerpo, se fue con migo, impregna mi ropa, mi piel.
Dijiste que me amabas..., yo sé que no es verdad, y sin embargo lo dijiste y mi corazón lo cree. Se que olvidaste tus palabras tan pronto las dijiste, pero yo no puedo olvidarlas, ni olvidar lo que susurre a tus oídos ansiosos, ni lo que pensé, sentí, ni soñé.
El silencio de tu voz que ensordece al universo me pide que me vaya, la indiferencia de tu mira dice que ya no me recuerdas.
Puede que no te hable mas, puede que no te vea mas, pero llevo tu aroma en mi piel, tus palabras en mis oídos, tu cuerpo en mis manos, el calor de tu cuerpo me hace falta.
Mi vida hoy se escapa de mi cuerpo como las gotas de roció sobre las flores de los naranjos, que se van llevando su aroma.
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