NO NECESITO DE MÁS QUE DE MIS LETRAS
PARA COMETER EL SUICIDIO DEL SIGLO........
(El escritor)

Justo en el centro del sótano, con las manos sobre la cabeza y el ruidito aquel en los oídos, estaba El Escritor escondiéndose del mundo, huyendo de su esposa y de los pequeños niños que no le permitían ser él, que no le permitían ser El Escritor.
Cuando tenía como cuatro años aprendió a delinear su primera letra, aprendió a delinear la letra que aparecería como una seña maldita en cada una de las paredes de su casa, hasta que los correctivos maternos pudieron más que su espíritu artista. Más adelante aprendió las otras veintiséis letras, las que no tuvo que dibujar en las paredes porque para entonces ya le habían regalado el suficiente papel, a demás, ya no era gracioso.
El Escritor pasó parte de su niñez y toda la adolescencia tratando de escribir su primer obra maestra, aquella que dentro de algunos años sería reconocida como el punto cero del mejor novelista del siglo, o tal vez poeta o ensayista, o cuentista, o..... periodista, en conclusión: El Escritor pasó parte de su niñez y toda la adolescencia tratando de escribir su primer obra maestra, aquella que dentro de algunos años sería reconocida como el punto cero del mejor escritor del siglo.
El Escritor creció y se reprodujo como toda buena víctima de la naturaleza, se hizo un exitoso empresario, un marido ejemplar, un padre ideal, un orgullo de la familia y un escritor frustrado, un hombre oprimido y solitario, un hombre muerto.
Justo en el centro del sótano, con las manos sobre la cabeza y el ruidito aquel en los oídos, estaba El Escritor, lloriqueando, maldiciendo su vida y su desgracia. Abrazado a la pluma con que siempre soñó que escribiría su primer obra maestra, se debatía El Escritor entre el morir y el resucitar, encerrado en su realidad, en todo él, en el mundo que había creado desde niño con la esperanza de huir un día de todo aquello que le provocaba tanto asco. Allí en el sótano se debatía entre su mundo y su realidad, entre lo suyo y lo ajeno, entre lo que le crearon y lo que él se creó, entre la desdicha de ser un Escritor fracasado, uno sin letras.
Justo en el fondo del sótano, con una mano sobre la cabeza y el ruidito aquel en los oídos, estaba El Escritor deslizando la pluma, con cierta destreza, sobre las paredes, donde desde hacía treinta años dibujaba su letra, donde lo encerró su madre cuando comprendió que no tenía un hijo sino un monstruo. Donde soñó que se casaba, tenía sus hijos y donde fabricó cada obstáculo para su carrera del Mejor Escritor del Siglo, donde murió aquella noche gritando el nombre de su esposa, la única persona que le creería que el filo helado de la muerte se le había abalanzado encima.