El cielo esta nublado, tan oscuro como mis ánimos, no deseo cruzar esa puerta que tengo frente a mi, pero mi esposa Agripita me amenazó con el divorcio si no lo hago, como mi estilo de vida esta por cambiar decido sentarme a recordar lo que en unos minutos dejaré atrás...
Como olvidar aquella fiesta en donde el champagne corría como agua, esa fina e interminable embriaguez, las idas al bar buscando chicas guapas con quienes compartía el whisky que corría por su sangre, las noches veraniegas en la playa en la disco de moda, de donde salía completamente borracho dando tumbos, con la mirada perdida, estrellándome en cuanta palmera osaba cruzarse en mi camino.
En la parranda que armó mi amigo Casimiro Pocoveo en una hacienda, entre el Vodka y el Ron conocí a Agripita, sus grandes ojos angelicales me miraban provocativamente calentándome la sangre, tenía tanto alcohol en esta, que me hacia sentir la piel en llamas, antes de estallar ya estaba a su lado fundiéndome entre sus alas.
Nos casamos en la iglesia del pueblo la noche de año nuevo, celebramos nuestra felicidad en el Club Social acompañados de nuestros amigos, evitando esas palmadas de las que huimos siempre, nos llenamos de diversos licores.
Recuerdo cuando mi esposa me dio la noticia de su embarazo, decidiéndome que dejaría la bebida.
-Ya no volveré a ingerir alcohol.
-Ok, yo lo tomaré por los dos –le contesté.
Aunque mi comentario no le hizo la menor gracia no hablamos mas del asunto.
Hace una semana mientras deambulaba por el bar de siempre en busca de algún coñac, algo me distrajo...
-Bartoloooo...Bartoloooo... –me gritaba mi amigo Picoloco
-Hay un Big Brother italiano en la ciudad con tipas y vinos de los mas buenos. ¿Quieres venir con el grupo el viernes?.-me preguntó.
-Claro macho, eso no me lo pierdo...le diré a Agripita que tenemos pocker.
No debí aceptar, lo único bueno eran las nenas, pero por sus venas corrían no solo licores adulterados sino las más diversas drogas, sufrí una sobredosis que casi vuelve viuda a mi vieja, ya repuesto,ayer al mediodía tenía una cruda tremenda, así dejé a un lado mi fobia al sol para refugiarme en las cervezas de la cantina más cercana.
Fue al llegar a casa que mi esposa me dio el ultimátum....
-Bartolo....o vas a Alcohólicos Anónimos o te dejo.
-Ok, mi amor, te lo prometo.
Haciendo a un lado mis recuerdos, me levanto para dirigirme a la puerta de entrada, hay silencio, todos me miran esperando que me presente ante ellos...
Subiéndome al podio con el firme propósito de cumplir la promesa hecha exclamo:
Hola a todos...Mi nombre es Bartolo, soy mosquito y soy alcohólico...
Los aplausos no se hicieron esperar....
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