¿Desde hace cuanto te espero?, la verdad no lo recuerdo con exactitud, quizá ha sido toda mi existencia o su prolongación en estas líneas.
Es posible que haya aguardado impaciente tu presencia en mi vida, desde que fabricaba castillos de colores, creía en las hadas y los príncipes azules, o quizá te espero desde que pude por fin escribir mi nombre e inventar el tuyo.
Pensándolo bien, esta espera puede remontarse a un tiempo más lejano, a mis primeros rayones, mis primeros zapatos de charol y a mi primera lonchera, a mi primer mandil remendado, mis primeros vestidos enlodados o a mi primera muñeca.
Sin ir tan lejos es probable que te haya esperado en mi primera cita, o al escuchar en la radio una canción de amor, tal vez te vislumbré al contemplar mi primera espinilla o al tener mi primera rencilla con mis amigas, quizá aún cuando soplé las velas de mi quinceavo cumpleaños, al desojar una margarita, o en la primera decepción amorosa cuando no podía parar de llorar… te esperaba.
Creo que te esperé también en la graduación, en mis momentos de irremediable locura, al escribir un monólogo, al enfrentarme al espejo y descubrir que tan grande era mi imperfección.
Sin embargo también he de ser franca al decirte que muchas veces dejé de esperar cuando la paciencia se agotó, cuando veía pasar mi vida como película muda, cuando me atrapó la monotonía y solo quería explotar, cuando creí por fin que habías llegado y no me daba cuenta de que me había equivocado… en fin deje de esperar.
En esa no espera decidí reinventarme; escribí una canción, me compre un perro, cartera y zapatos, tengo nuevos amigos, aprendí un poco de Inglés otro poco de francés, hice unos cuantos graffitis, leí muy buenos libros y hasta conseguí empleo. Quien iba a decir que un día de Abril al curvar una esquina… te iba a encontrar, justo cuando por fin aprendí a vivir sin esperar.
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