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El monje Tsao Tung llegó al hospital donde meditaba desde hacía una semana en mitad de varios médicos que le cubrían el cráneo rapado con electrodos para registrar la exuberancia de sus ondas en el encefalograma.
Vestía la túnica amarilla que evocaba a las hojas secas donde se corporizaba la idea del Desprendimiento postulado por el Buddha, como hiciera desde su llegada directo del Tíbet merced al patrocinio de un multimillonario filantrópico y admirador del Dalái Lama.
De modo que el monje de rostro benigno otra vez expulsaría todos los matices de las ondas hertzianas: desde las Alfa y Theta de relajaciones ligera y profunda, hasta las Gamma que al llegar a las 35 evidenciaban el tamiz neuronal de Leonardo durante la prefiguración de sus inventos.
Tsao Tung alcanzó en unos minutos la profunda Atención Plena donde evocaba la proeza mental de Bodhidharma ante El muro del Acantilado, según el »Registro Jingdé de la transmisión de la lámpara».
Sin embargo no concluyó la sesión que ayudaría a los científicos a determinar la evidencia del poder del no-pensamiento sobre el sistema inmunológico del cuerpo. La razón fue un impacto súbito en su mente al percibir la presencia poderosa de un Maestro Zen cercano en pleno Samádhi o estado previo al Despertar.
Los científicos en la sala donde el monje parecía dormir la siesta se pasmaron cuando el hombre abrió los ojos rasgados, despojándose de los electrodos para dirigirse con plena potestad hacia una sala anexa como guiado por el hilo de una Ariadna virtual.
Los doctores que siguieron a Tsao Tung no saldrían de la sorpresa al verlo hincarse mientras inclinaba el cuerpo con humildad ante la camilla de Pierre el Hereje, un preso enorme y horripilante en coma que sucumbiera a una trifulca en su celda luego de mandar al hospital a media docena de reclusos antes de que uno de ellos le reventara la cabeza calva con la pata de un camastro.
La explicación que dio Tsao Tung sólo fue entendida cuando al día siguiente hicieron que acudiera su maestro Tonago Shen, un anciano que antes de arrodillarse tapó su rostro por la emoción al observar el estado vegetativo de Pierre.
Media hora después Tonago Shen argumentó con serenidad lo que había visto en la conciencia insondable de Pierre el Hereje: el espíritu próximo al Despertar de un mítico Maestro Zen que desde el nacimiento de Pierre el Hereje enfrentaba la más dura de sus pruebas: vencer al mal insertándose en sus entrañas mismas.
Poco después los científicos despidieron a los monjes mientras se miraban estupefactos, pues no sabían si tomar en serio lo escuchado o considerarlo una metáfora de las usadas para propiciar la sabiduría instintiva del Koan.
Y nada más mencionar eso, alguien tuvo la ocurrencia de colocar el entramado de neurotransmisores sobre el cráneo tenebroso de Pierre el Hereje.
Los médicos cubrieron de cables al tipo y atestiguaron algo que los hizo caer en sus asientos profiriendo palabras non sanctas, pues del reo emanaba un caudal de ondas Gamma dignas de un santuario Zhiyi.
El Maestro Jadharnna Taré lidió con los últimos espasmos de un mal que aniquilara durante años con la persistencia de un goteo sobre la piedra, y determinó fijar su conciencia diáfana en el entramado cerebral completo de Pierre el Hereje, donde residiera como espíritu desde cuatro décadas atrás…
Fue durante los primeros segundos del año nuevo cuando Pierre el Hereje abrió los ojos ahora impregnados con el bálsamo de una profunda Compasión.
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Texto agregado el 17-12-2025, y leído por 0
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Lectores Opinan |
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18-12-2025 |
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Me pasó lo mismo que a Ome porque soy ignorante en estos temas;pero me gusta leerte porque siento que tus textos dejan enseñanzas Siempre escribes sobre temas intetesantes.
Eres un escritos me r de alto vuelo y yo solo una aprendiz.
Un fuerte abrazo
5*
Victoria 6236013 |
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18-12-2025 |
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Gran imaginación la tuya. El texto se entiende perfectamente sin necesidad de ser un experto en budismo y meditación. Pero cuando uno finalmente comprende los términos, no hace más que comprobar lo que antes se intuyó durante la lectura. Excelente. Además de que el texto pone a prueba al lector, casi obligándolo a abrir su mente y su discernimiento. vaya_vaya_las_palabras |
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17-12-2025 |
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Somos más que el cuerpo, somos conciencia eterna, aprendiendo en diferentes vidas y planos. spirits |
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17-12-2025 |
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Estaba a punto de volver a leerlo por tercera vez cuando vi el comentario de Kone y abrí los ojos y me enteré de muchas cosas que de otro modo hubiera tenido que hacer lo que ella hizo y le estoy muy agradecida. Luego de todo esto me pareció muy interesante lo leído, saludos. ome |
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17-12-2025 |
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Además, el cruce entre encefalogramas y despertar espiritual está manejado con mucho oficio. No se burla de la ciencia ni la endiosa: simplemente la pone a escuchar. El giro final, con las ondas Gamma brotando donde nadie las esperaba, es puro zen narrativo: una bofetada que despierta. Es un relato que tal vez no se “entienda” del todo, se contempla, como un koan bien planteado que sigue trabajando en la mente después de cerrar el texto. ¡Uf! De verdad espero haber entendido.😅
kone |
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17-12-2025 |
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Este texto es una deliciosa paradoja zen: científico en la forma, místico en el fondo. Juega con conceptos como el samádhi, la atención plena y el no-pensamiento sin convertirlos en dogma, sino en experiencia viva. Me gustó mucho cómo lo koánico aparece no como acertijo forzado, sino como fisura en la lógica: justo donde la razón se rinde, la historia respira. Hay ecos de compasión profunda, de bodhisattva silencioso, y una pregunta constante sobre dónde habita realmente el mal. kone |
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17-12-2025 |
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Confieso que tuve que desempolvar mis vagos conocimientos budistas y armarme un mini diccionario mental para no perderme: samádhi (estado de absorción total), koan (paradoja para romper la mente lógica), no-pensamiento (pensar sin aferrarse al pensar). Nada grave, más bien divertido: leerlo fue como meditar… pero con Google abierto al lado. Y eso, curiosamente, le suma encanto: el texto te invita a aprender sin solemnidad, con una sonrisa y la mente un poco más abierta. kone |
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