Poco antes de descansar, decidí correr un par de horas. Me gustó mucho, a pesar de tener solo una pierna y usar una muleta. Y eso de "correr" es solo un sueño. Las personas me miran con esas sonrisas de llanto, como "què terrible". Pero en verdad no lo es. Aún siento la pierna, a pesar de no verla. Allí está. Es como una nube luminosa. Nadie la puede ver, excepto mi perro. Me huele, me rasca y hasta me lame la pierna que ahora, para los demás, solo es un trozo de madera tallada.
Una noche en que no podía dormir, tuve un sueño muy especial. Era como si viera una película. Allí pasaban miles de personas que luchaban. Unos en un castillo, otros en las praderas. Cuando la guerra estaba perdida, todos se escondían en el castillo. Cómo los buscaban... Ellos temían ser torturados. Pero la puerta, de pronto, se abrió.
Un hombre enorme entró. Su rostro parecía no tener edad. Sus ropas eran simples, pero todos, incluso sus seguidores, le respetaban. Hasta diría yo, le amaban como un arte devocional. Y los perdedores no le temían; solo le admiraban. Pero, sin embargo, por alguna razón, habían declarado no estar de acuerdo con sus decisiones. Y allí hubo una pelea. Todos le miraban.
Con un solo gesto, los reunió. Hombres y mujeres a su alrededor respiraban lento, como si esperasen una cuerda en sus gargantas. El hombre de rostro sin edad les hizo una pregunta. Nadie respondió, excepto una joven. El señor dijo que estaba errada. Ella insistió. De pronto, me miró a los ojos y me dijo: "¿Y tú qué opinas?".
Le di mi parecer: que en la guerra y en la paz siempre hay perdedores, nunca ganadores. Pues quien carga el triunfo, carga las desgracias de los perdedores para siempre, esperando una debilidad para ocupar su lugar.
"Correcto", dijo el señor. Luego hizo un gesto y los reunió a todos en una plaza mayor. Todos fueron. Y vi en situ cómo los súbditos del señor buscaban conveniencias: favores a la más bella, un lugar a los ricos, y así... Me encaminé a observar el sitio cuando sentí la mano del señor en mi hombro.
"Sé que no puedes caminar. Sé que ves más de lo que se ve. Por ello, toma mi mano. Andarás siempre a mi lado."
Me tomó la mano. Y vimos todo un teatro hecho por toda la playa de la humanidad. Yo miraba todo, y mientras más miraba, sentía el calor de su mano en la mía. Y se sentía tan poderosa, que supe lo que era sentirme bien.
Desperté, y estaba echado en mi catre. Allí, mi perro. Allí, mi bastón. Y allá, un cielo azul, y al fondo un sol hermoso que parecía no tener edad. Y sonreí, mientras sentía un calor en mi mano derecha. |