Catecismo del hereje lúcido
Canto primero: Al Diablo

-«El diablo es de Dios el más incansable servidor.»
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¿Quién conoce del diablo la fuerza,
su amarga rabia, despecho que arrasa?

¡Dolor de niño roto hecho persona!
Incansable y digno,
soberbio, no abandona.

Atlas que sostiene la noche del mundo
por querer alumbrarla con propia llama.
Amor doliente, purifica cuanto odia
y sueña entre su odio que algo ama.

¡Amadle! ¡Por favor, compadecedle!
Es el primero y el mayor de penitentes.
Y aun ciego en su ira y necio en su rechazo
no se puede negar: ofrece su quebranto.

¿Qué virtud humana podría hacer sombra
al adalid de todo lo profano?
Tan agónico dolor es su castigo,
-dolor mayor que el gran dolor humano-
que ni duerme cuando duerme lo divino.

El mal es bien a su pesar,
pequeño todo mal será
frente al Cosmos que ha de verse,
que ha de verse al terminar.

¡Satán! ¡Irónico y amargo tu destino!:
Tu pugna limpia el mundo,
como no lo hace Dios mismo.