No toques los juguetes de mis hijos, con esa sonrisa sardónica, se dirigió a las señora que estaba de visita con sus hijos, los pequeños deambulaban saltando de alegría.
Veni
Veni Joaquin, juguemos a la pelota, acá, en el pasto, que mullido está el pasto parece una alfombra de brócoli.
Hay roblox, jugamos?.
Isabel la dueña de la casa del country no podía más de asombro al ver lo alborotados que estaban los hijos de la señora.
Parecía que hubiesen salido de la jungla, del conurbano, deberán cagar en baldes, cuanta desidia, recibirán un plan por traerlos al mundo.
Isabel tenía una sola hija, casada con el dueño del Laboratorio Escandinavia, el que había heredado de sus abuelos.
La tarde polvorienta y candente, sofocaba las ideas.
Isabel trató de sermonear a los chicos harapientos pero tropezó con una pelota que alguien había dejado de forma descuidada.
Ay me voy a infectar.
Dos días después los piojos inundaban su cabeza, cuando se empezó a rascar de forma abrupta dejando a la pelambre totalmente desorbitada,
mientras los demás pensaron que tenía un peinado nuevo.
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