Leo una pequeña antología de microrrelatos. El editor, o alguna otra mala persona, ha impuesto a los autores la tarea de escribir como prólogo a sus textos una pequeña introducción en la que los propios escritores nos dan su opinión sobre lo que debe ser un microrrelato. Comparto las teorías literarias de todos los autores del libro. El primero asegura que el micro no debe ser un chiste y en efecto en sus textos no se detecta ni un miligramo de humor. El otro jura por Tor que el ingenio no garantiza la calidad de un micro; es cierto también que en sus textos no hay rastro de vida inteligente. Éste de aquí aborrece las metáforas que no escribe y el de más allá odia los finales sorprendentes que no encuentra. Las teorías literarias son acertadas y muchos de los micros más que aceptables, pero todo junto tiene algo de patético. Me imagino a un viejo mago saliendo ante el público y explicando que hoy va hacer unos trucos con naipes porque ayer por la tarde se le murió la paloma.