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La enfermera.

Aún no salía el sol cuando Magda recorría las calles hasta la parada del ómnibus que la llevaría a su casa. Ella era enfermera y cada dos semanas exactamente le tocaba el turno de la noche.
Magda era una mujer casada, pero sin hijos cuyo esposo también trabajaba, pero manejando un taxi y a veces según los turnos que tuvieran ambos, no se veían más que unos minutos al día.
Todas las noches una compañera que hacía el mismo turno que ella la acompañaba hasta la parada porque, aunque no tomaban el mismo ómnibus la parada era la misma.
Esa noche, una de las peores noches de invierno, con mucha niebla y hasta con algo de lluvia muy fría, Magda tuvo que irse sola a la parada, su compañera estaba enferma y no había ido a trabajar, por eso apresuró el paso, la zona no era muy segura y menos a aquella hora cuando de pronto sintió que algo pasaba delante de ella, pero no le dio importancia, pensó que una ráfaga de viento le había movido el cabello y se apuró aún más a llegar.
A los pocos minutos paró el ómnibus y Magda se sentó en el último asiento, sabía que se dormiría pues el trayecto era largo y el sueño solía vencerla.
Mucha gente viajaba en esa línea cuyo número era A 17, el mismo de siempre.
Al final del ómnibus no había casi nadie, la gente parecía preferir ir sentada en la parte delantera, quizá se sentían más seguros cerca del chófer, pero ella no, como dije sabía que se dormiría, pero esa noche algo raro le pasaba, su asiento solo ella lo ocupaba, pero sentía una presencia, algo extraño la molestaba, algo similar a lo que había sentido minutos antes mientras caminaba hacia la parada.
Otra vez le pareció que le movían el pelo, pero allí no había viento, debido al frío, las ventanillas del ómnibus estaban cerradas y eso la inquietó.
Pero el cansancio de doce horas de trabajo al final la vencieron hasta el momento que sintió un estruendo espantoso y vio como el ómnibus chocaba de frente con otro que venía en dirección opuesta.
Aquello fue tremendo, gente herida, otros muertos, el chófer había sido lanzado fuera del ómnibus lo mismo que algunos pasajeros, llantos, gemidos, el horror se adueñó de la escena transformándola en macabra.
Magda antes de cerrar los ojos para siempre pudo escuchar una voz que le decía que lamentaba haberse llevado a tantas almas, si sólo se hubiera detenido y no hubiera subido al ómnibus, aquellas personas aún estarían vivas no lo sabía a ciencia cierta, porque a la que debía llevarse era a ella, eso estaba marcado. Luego la nada para algunos y el sufrimiento para otros, el final de cada persona no se discute, cuando llega, llega, está marcado, aunque como en este caso, muchos pagaron el precio entregando su alma, pero quizá también ellos estaban marcados por el destino, eso Magda nunca lo supo.

Omenia 10/11/2025

Texto agregado el 17-11-2025, y leído por 0 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-11-2025 !Vaya la travesia de Magda! Si uno pudiese saber con antelación... y si pudiesemos entender con precisión los mensajes que puedan recibirse... Un gusto leerte. Vent
17-11-2025 Es triste decirlo, pero a cada quién le llega su hora. Evidentemente no era la de Magda. vaya_vaya_las_palabras
 
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