TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Antonioliz / Mármol (E4)

[C:624083]

El sol caía sobre el campo abierto. Gerónimo y Polak conversaban en medio del terreno seco, mientras los hombres del sheriff se mantenían cerca vigilando. A lo lejos, uno de ellos nota a Daniel Crisco acercándose.
—Daniel, hijo mío —dijo Gerónimo, extendiendo los brazos—. Ven, únete a nosotros.
Daniel se acercó con cierta timidez. Gerónimo lo abrazó con fuerza, y él sonrió apenas, incómodo bajo tantas miradas.
—Este es el sheriff Polak —continuó—. El sheriff dice que debo cambiar el letrero donde dice “Policía”, porque según él, eso solo aplica a las ciudades.
Polak entrecerró los ojos, con el sombrero bajo y la mandíbula tensa.
—Usted conoce muy bien las reglas del oeste, señor Gerónimo. Ese proyecto suyo de traer una ciudad aquí… es una batalla perdida.
Gerónimo soltó una risa suave y le hizo un gesto cordial.
—Pues que sea a su manera. Daniel, te presento oficialmente a nuestra autoridad. El sheriff Polak es el encargado de la seguridad de este lugar que llamamos Mármol.
Polak mira a Daniel con frialdad, apenas moviendo la cabeza en señal de saludo.
—Sí, claro… —respondió Daniel—. Ya hablamos un poco esta mañana.
—Bien… —empezó Gerónimo, pero Polak lo interrumpió sin miramientos.
—¿Cómo puede mantener riquezas en un lugar que todavía no tiene ni población?
Gerónimo se acomoda el sombrero, sin perder la sonrisa.
—Este humilde servidor de Dios tuvo un sueño. Un día, esta ciudad será recordada como la que nació con el sudor de quienes creyeron. Es herencia para los míos.
Polak tomó una rama seca y empezó a limpiarse los dientes, distraído.
—¿Sabe qué? Tiene razón —murmuró con tono burlón—. Todo esto es su legado… Sabía usted que, según los indios, existió un guerrero llamado Gerónimo. ¿Está seguro de que no era su padre?
Una sonrisa irónica le cruzó el rostro. Gerónimo dio un paso al frente, los hombres de Polak se tensaron al notar el movimiento.
—A usted y a sus hombres no les faltará su salario —dijo con voz firme—. Pero al menos respéteme como hombre de negocios, si no puede respetar mis sueños.
Por primera vez, Polak le prestó atención de verdad. Caminó unos pasos y se quedó frente a él.
—Entonces aprenda de mí. Deje los sueños para cuando duerma. Usted se ve más como comerciante. Todo aquel que brilla por dinero merece respeto. ¿Sabe cuántos soñadores he matado Gerónimo?
Polak toca el ala del sombrero a modo de despedida y giró sobre sus talones. Sus hombres lo siguieron sin decir palabra, alejándose lentamente entre el polvo.
Daniel rompió el silencio.
—La señora Marla y el señor Paul acaban de llegar. Están arreglando la cafetería.
Gerónimo lo miró, esta vez con un brillo de alegría en los ojos.
—Bien. Esa es una buena noticia. Martha mandó algo de comida y ropa, te lo dejé en tu casa. No dejes que se enfríe. Yo me encargaré de darles la bienvenida a los Terries.
Gerónimo se alejó sin más que decir. Daniel lo miró con inquietud y trotó tras él.
—La ropa no es necesaria… Recuerde que estoy solo de paso.
Pero Gerónimo no respondió. Siguió su camino sin detenerse.
Daniel volvió a su cuarto. Sobre la cama lo esperaban dos cambios de ropa, dos sacos negros, dos camisas blancas y un pantalón también negro. Sobre uno de los bancos, una sopa humeante soltaba un aroma intenso. Tomó un pedazo de pan y comenzó a comer con cautela.
El sonido de la puerta le erizó los brazos.Giró la cabeza. Alguien la abría lentamente.
Una figura entró en silencio, un joven obeso, con un saco negro y una camisa amarilla sucia. Sus pantalones eran del mismo color oscuro. Tenía el cabello rubio, largo, que casi le cubría los ojos. Sus mejillas rojizas por el calor ocultaban en parte su mirada.
Daniel dejó el pan, se levantó despacio y se acercó con precaución.
—¿Palermo?
El joven no respondió. Miraba hacia todos lados, menos a Daniel. Respiraba con cierta dificultad. Tras unos segundos de tensión, su voz áspera rompió el silencio:
—Necesito llevarme los platos. Tengo que lavarlos.
Daniel miró la comida aún caliente.
—Pero… si no me equivoco, acaban de dejarla.
Palermo seguía evitando el contacto visual.
—Necesito llevarme los platos. Tengo que lavarlos.
Daniel se quedó quieto, frustrado. Intentó explicarle:
—Gerónimo acaba de llegar. Hace pocos minutos me dijo: “comida en casa, camina antes de que se enfríe.”
Daniel espera una reacción, pero Palermo seguía sin mirarlo.
—Necesito llevarme los platos. Tengo que lavarlos.
La paciencia de Daniel se agotaba. Ya no sabía qué decir. Tras pensarlo unos segundos, decidió ignorarlo. Se sentó de nuevo y comenzó a comer sin prestarle atención. Sabía que el joven tenía algún tipo de problema, y que discutir con él era inútil. Palermo se mantuvo de pie, escaneando la habitación con la mirada, siempre evitando los ojos de Daniel. Pasaron unos minutos así, hasta que el joven se dio la vuelta y salió, dejando la puerta abierta.
Daniel lo siguió con la vista, luego sonrió con orgullo. Ignorarlo fue la mejor estrategia, pensó. Tres minutos después, la puerta volvió a abrirse.Esta vez, Palermo entró con un palo de escoba en la mano.
Daniel se congeló, dejó de masticar.
—¿Palermo?
El joven lo miró por primera vez. Luego miró el palo. Y luego volvió a mirarlo a él, achicando los ojos, como calculando algo.
—No sé cómo cortarme este palo para que le quepa en su trasero.
Daniel se quedó mudo. Daniel desaparece de la primera planta. Palermo recogió todos los platos y salió abrazado a ellos, rumbo a la colina de los Amish.Desde la segunda planta, Daniel lo observó alejarse, atónito. Sentía una mezcla de susto y desconcierto. El comentario había sido tan inesperado como perturbador.

Texto agregado el 15-11-2025, y leído por 14 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]