El río del Divino

Hay un mundo que gira dentro de nosotros.
Sus venas laten señales invisibles, y en su pulso sentimos la vida de lo eterno.

Cuando uno cierra los ojos y se halla en total soledad —en total libertad—, sin nada en el corazón,
el universo abre sus puertas por el lugar donde palpita el alma.
Y por ese resquicio se asoman los misterios que los sabios escribieron sin haberlos visto jamás.

Cuando el impulso de la vida intenta llenarnos con la ilusión del mundo,
rompe el velo de la pureza y quiebra la zona donde el ser es bañado por la respiración.
Entonces el don despierta y la energía única y vital busca expresarse.

Y me digo a mí mismo:
¿Quién eres?
¿Eres quien escribe o quien observa?
¿Eres el ungido por el aliento que señala la luz
en el universo de las imágenes y las palabras?

De ellas la vida cobra relieve,
como un cuadro pintado en silencio
con la sangre misma de la existencia.

Y si es así... ¿quién eres?
¿Una sonrisa que creas para mí?
¿Una canción que escucho?
¿O acaso la luz que despide mi vida,
pintando en mis pasos todo cuanto ha sido creado?

Tan solo existo yo —mientras siga atado al aliento—;
podré entenderlo, sentirlo,
pero jamás abrazarlo.
Porque se halla en todo.
Y el Todo es la mar de todos los alientos.

Hasta que el río del Divino
apague las velas de la verdad
y nazca el vuelo
de una estrella más.

— Joe Blisouto