Inicio / Cuenteros Locales / Gatocteles / El fantasma de la pulquería
Cierta ocasión mi abuelo Maclovio determinó heredarme de una buena vez la pulquería que fundó en su juventud. Por eso me invitó a su antro para degustar unos curados de guayaba. Horas después aprovechó los estragos que su elíxir ocasionó en mi cuerpo sólo acostumbrado a las cervezas, y me soltó a bocajarro que todo lo que alcanzara con mi vista ya era mío, cual si repitiera un pasaje bíblico de ingrato recuerdo.
Lo último que yo ambicionaba era ese cuchitril envilecido por una rocola donde varios albañiles y teporochos colocaban monedas con movimientos lerdos para escuchar canciones tan profundas como ‘El Hormiguero del amor’ o ‘Arrejúntate, trompuda’.
Además el espectáculo que se ofrecía era deprimente: una hilera de hombres sentados ante la barra, algunos guacareando y otros con las caras doloridas ocultas en los brazos mientras se quejaban de sus míseros pecados.
»No manches abuelo ¿Yo para qué quiero esta madre, si tengo mi chamba en el despacho?» recuerdo que repelé con todo el cuerpo como desajustado del ánima.
Lo que no tengo muy claro fue el gesto de mi abuelo Maclovio al soltarme un zape por el que aún le guardaría resentimiento de no ser por lo que me confió a la semana siguiente.
En esa otra tarde llegué alerta de no sucumbir ante los tarros malhadados de mi abuelo, atascados de unas babas demoníacas que me habían causado un revoltijo apocalíptico en las tripas.
Sin embargo esa vez no estaba para pendejadas aquel viejo capaz de levantar un negocio por pura intuición; de manera que atravesé el umbral de su tugurio cuidando de no pisar ningún tipo de humor o cualquier sustancia sospechosa. Luego me jaló del brazo y dejó encargado a su segundo al mando: Don Polito, un viejillo que hasta al sonreír parecía que estaba llorando.
Mi abuelo Maclovio llegó a un local apartado y se abrió de capa. Me confesó algo que primero atribuí a la mariguana y luego a cierto delirio senil: debajo de nuestros pies había enterrado una olla repleta de centenarios hacía 65 años, cuando llegó al pueblo aquel escapando de la pobreza de su terruño y de la hostilidad necia de un fantasma que no lo dejaba en paz luego de que se topara por casualidad con el tesoro al escarbar para los cimientos de una Santa Cruz a la vera de un camino de tepozanes.
Estuve tentado a soltar una buena carcajada al escuchar la historia inverosímil del abuelo, pero me contuve al ver la seriedad en su rostro similar al »dios viejo» Huehuetéotl que había visto en cierto museo de arte prehispánico.
»No manches abuelo, ¿y qué chingados hace enterrada ahí toda esa lana? Es más, ¿cómo carajos se te ocurrió esconder esa madre cuando estabas chavo? ¿Por qué pinches no te la gastaste de briago o con las putas?»
»Pos porque no era pa mí, m’hijo».
»No manches, abuelo, ¿y a poco es para mí?
»Sí, m’hijo. El ánima me despertó endenantes. Quesque se le había pasado la muina y que ya quería dejarse de cosas, y que quién sabe qué».
Aquella ocasión todavía le hice más preguntas al abuelo. De sus respuestas deduje que durante toda su vida había estado tentado a desenterrar sus centenarios, pero que el fantasma que parecía asido a ellos con Kola Loka se lo había impedido asustándolo en las noches. Y lo más extraño, que el fantasma ya se había aburrido de andar chingando en este valle de lágrimas y me había elegido como su »heredero universal».
Para ser franco, hasta ahora no he decidido reclamar lo que se supone que me pertenece. Y no hablo de la pulquería, pues esa que se la lleve la chingada; me refiero al dinero. Sé que nada se perdería con seguirle el juego al abuelo y acompañarlo a escarbar bajo el antro aquel. El problema no es que no halle nada, sino lo contrario: ¿Y que fuera siendo cierto y topara con esos centenarios »del grueso de los trompos de los chamacos»? ¿Y que fuera siendo real el fantasma?
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Texto agregado el 04-11-2025, y leído por 46
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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06-11-2025 |
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Es una historia Mexicana por lo que no entiendo muchas de las palabras;pero quise igual comentarte porque se es una muy buena narrativa,porque en eso no me cabe dudas...
Un fuerte abrazo
Victoria 6236013 |
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05-11-2025 |
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Ambas cosas son reales querido amigo. Acá en México hay muchos casos como el que narras. Yo que tú personaje ni me acerco a los centenarios, mejor me echó un buen curado de guayaba, cinco aullidos salivando Steve |
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05-11-2025 |
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2. Queda la incógnita de si es un fantasma realmente y si efectivamente al buscar se encuentra el "tesoro". Dejas el texto listo como para una segunda parte en la que se resuelve todo, te insto a ello. Muy disfrutable tu relato, creativo, atípico. Gracias. Gsap |
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05-11-2025 |
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1. Don gato, primero decirle que, como siempre, me tuvo transitando entre google y su relato, por la cantidad de palabras desconocidas para mi, entiendo que modismos mexicanos. Gsap |
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04-11-2025 |
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Deliciosa narrativa la tuya. De a poco y con las palabras precisas vas entregando imágenes de la historia. Me gustan los cuentos de fantasmas así que lo leí con muchísimo interés. Saludos Gatocteles. vaya_vaya_las_palabras |
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04-11-2025 |
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Muy buen cuento y estoy de acuerdo con Kone, esta debe ser una historia mexicana, tengo amigos mexicanos y los dichos son muy parecidos. Saludos. ome |
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04-11-2025 |
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Este cuento se siente muy mexicano: humor sabroso mezclado con un toque de leyenda, ocurrencias y frases que se te quedan rondando la cabeza. Me recuerdan a mi abuelo, (aunque él tomaba sotol) y las historias que aparecidos del rancho y de quién encontró oro emparedado. Aunque seguro que ninguna de esas personas de las que hablaba mi abuelo, dudarían en arriesgarse con el fantasma por todos esos centenarios. Gran historia. kone |
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