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[C:624]

JERONIMO

Estaba sentado en el borde de la cama, mirando el suelo.
Me acerque a su lado para ver que hacía, contaba en voz baja...tres mil uno, tres mil dos, tres mil tres, tres mil cuatro...
Me pregunté qué contaría, pues en el suelo no había nada, solo baldosas con manchas añejas, sumadas a las del día de hoy, pero más nada.
Me senté en la cama de enfrente a observarlo, su cabello ondulado y rubio caía sobre sus hombros, sus ojos casi transparentes no dejaban de mirar el piso y su boca seca no paraba de contar. A través de su fino sweater podían verse sus costillas, las uñas de sus manos estaban comidas y sus finos dedos teñidos de nicotina sostenían un armado, un jean desgastado revelaba sus finas piernas, sus delgados pies cubiertos con unas medias que dejaban fuera unas uñas sucias y largas se montaban uno encima del otro.
No sé cuánto tiempo me quedé contemplándolo, él ni cuenta se dio que yo estaba allí, hasta que me animé a llamarlo por su nombre...Jerónimo.
Levantó la vista y volvió a su tarea, como diciéndome; no interrumpas mí quehacer.
Esperé unos 10 o 15 minutos y volví a llamarlo:
- Jerónimo, hola
Tomó un papel de la mesa de luz y anotó una cifra, que no logré ver.
Me mira y dice:
- Hola
- Hola, que tal, perdona que te interrumpa... ¿estabas ocupado?, le pregunto.
- Si claro, no te diste cuenta – me dice.
- Si no es molestia me podes decir qué hacías.
- Las cuento me responde, es que si dejo de hacerlo luego me hacen trampa. Anoté cuantas iban, pero ellas no saben y se piensan que perdí la cuenta y creen que pueden engañarme, pero soy más inteligente que ellas.
- ¿Y qué contas?
- Sabes la noche pasada me quedé dormido y cuando despierto no recordaba cuantas había contado y tuve que comenzar de nuevo, ¡que trabajo que me da!, no puedo distraerme un segundo y si lo hago -como ahora- o paro para ir al baño, ellas ya me estafan, tengo que anotarlas, no puedo olvidarme de hacer eso, ¡es fundamental¡
- Jerónimo y me podes decir ¿qué contas?
- Ellas se creen que yo no sé que no las distingo, pues parecen iguales, pero no lo son, hasta les puse nombre, pero ellas no lo saben. No paran ni un momento de pasar, pero yo igual sé bien cuántas son, pero ellas, ellas no lo saben, que yo lo sé. Y como ellas no saben que yo las reconozco y las tengo totalmente identificadas, suponen que pueden embromarme, que tontas que son y tan inteligentes que se creen. Sus diferencias son mínimas, pero yo sé cual es cual, por más que a veces vuelven a pasar, pero esa, esa no la cuento, pues no es lícito que pase de nuevo, solo puede andar una vez al día; pero ellas son las que se engañan a sí mismas, ellas son las que se hacen trampas y se mienten, pues solo una vez al día pueden pasar por acá, no se les está permitido pasar dos veces y creen que yo no lo sé.
Tomó el papel que había dejado sobre la mesa y leyó en voz alta: 3.875 y siguió contando 3.876, 3.877. 3.878, 3.879...
Recogí mis apuntes y me fui.

Paula
set.’02



Texto agregado el 07-10-2002, y leído por 389 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-10-2002 gracias ruben, tengo otro texto sobre la locura- huelo a locura, si quieres leelo. sds, Paula
07-10-2002 Fantastico; solo hay ttres cosas a las que no se le puede ver de frente: al sol, a la muerte y a la locura. Felicidades. ruben
 
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