¡OCUPADO!
¡Ocupado!
Esa es la palabra que oigo todas las mañanas cuando intento usar el cuarto de baño.
No importa la hora: seis, siete o incluso las cinco y media, da igual. Siempre está ocupado.
Dos hijas y mi mujer se han convertido en los ocupas del cuarto de baño. Han tomado posesión con champús, cremas, planchas de pelo, mascarillas y un arsenal de productos que parece el inventario de una perfumería en guerra.
Yo, que solo necesito cinco minutos —diez si el café ha hecho efecto—, tengo que mendigar turno como si pidiera audiencia en un ministerio.
—Cariño, ¿te falta mucho?
—¡Estoy saliendo!
Mentira. Esa frase es un código femenino que significa “acabo de empezar a secarme el pelo y esto va para largo”.
He pensado en poner un cartel en la puerta que diga “Baño mixto, pero con derechos humanos”, o quizás instalar un semáforo: verde, libre; rojo, imposible.
Pero nada. La dictadura del secador no entiende de señales.
Mi cepillo de dientes vive exiliado en un vaso sospechoso, entre un delineador y algo que creo que es una lima eléctrica. La maquinilla de afeitar ha desaparecido tres veces; sospecho que alguien la usa para depilarse las cejas.
Y cuando por fin logro entrar, el aire es tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Vapor, perfume, laca, humedad… el ecosistema perfecto para que florezcan nuevas formas de vida.
Miro al espejo y no me reconozco. No porque envejezca, sino porque nunca hay espejo libre: entre los pintalabios y los selfies frente al espejo, yo soy el okupa temporal en mi propio baño.
A veces fantaseo con construir un segundo cuarto de baño solo para mí. Pequeño, austero, sin cremas ni aromas florales.
Pero sé que, en cuanto lo termine, lo ocuparán también.
Con alguna excusa razonable:
—Papá, es que aquí hay mejor luz.
—Cariño, en el otro espejo me veo más guapa.
Así que me resigno.
Respiro hondo (lo que me permite el ambientador), cojo mi toalla y espero.
Porque en esta casa, el amor se demuestra con paciencia…
y con la esperanza de que algún día, al llamar a la puerta, alguien conteste:
—Adelante, está libre. |