Un hombre, atropellado por un automóvil, yacía inconsciente a media calle; la gente se arremolinaba a su alrededor.

-¡Abran paso! – eran los paramédicos.
Tras revisarlo, constataron que vivía; se lo llevaron en la ambulancia. ¿A dónde?, no se sabe, aparecieron en un elevador que descendía velozmente. El herido despertó.
-¿Qué pasó? ¿Quiénes son ustedes?
-Andaba usted de incógnito, un auto lo atropelló.
-No recuerdo. ¿Quién soy?...
-Tranquilo, recordará.

El ascensor paró. Las puertas abrieron. Una multitud de seres deformes, monstruosos, lo esperaban. Al verlo, jubilosos, vitorearon al recién llegado.

Sostenían una enorme pancarta que decía:

“Bienvenido a casa, amo Luzbel”.