| No hay dinero que alcance para resarcir las pérdidas: las humanas, y las materiales que estaban ligadas a nuestra vida de manera íntima.Una carta, un juguete, una fotografía que nos devuelva, por un instante, la cercanía con quien amamos y ya no está.
 Lo que ofrece el gobierno es insuficiente. Son tantos los daños en viviendas e infraestructura...
 El dueño de un taxi, de un comercio pequeño, difícilmente podrá recuperarse.
 Las grandes empresas tienen asegurados sus inmuebles; ¿quién tiene asegurada su casa? Muy pocos.
 Para colmo, el gobierno de Veracruz no renovó el seguro contra desastres.
 Se ha recibido ayuda de connacionales y extranjeros, gestos que los pozarricenses agradecen profundamente.
 Pero no hay duda: el mayor esfuerzo para la reconstrucción lo harán los propios habitantes, por una razón simple y poderosa —porque amamos nuestra ciudad.
 Sin embargo, debemos cambiar hacia una cultura de la prevención.
 No podemos evitar los huracanes ni las tormentas tropicales, pero sí podemos tener protocolos claros que indiquen qué hacer, tanto los ciudadanos como las autoridades.
 Todas las colonias que se inundaron fueron levantadas en antiguos cauces del río.
 Los ríos son seres vivos, y a veces se les da su regalada gana de cambiar.
 No debieron edificarse viviendas ahí, pero ya están.
 No es el propósito de este texto enumerar cada acción preventiva, sino recordar que mientras se desvíen los fondos destinados a proteger la ciudad —como el muro de contención—, seguiremos lamentando lo mismo: hoy, mañana y pasado también.
 La corrupción es un cancer y al tiempo: mata.
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