La semilla en el concreto
"Bajo del concreto del mundo surge la vida..."
Fui temprano a casa de mi hermana menor. Me escribió invitándome a almorzar a la hora en que llegué.
—Llegaré tarde —dije.
—No importa, miraré cómo comes —respondió.
Apenas me senté, no paró de hablar, bien o mal, de nuestros hermanos que no estaban. Luego vino su hija menor y vi cómo se enfrentaban como gatas. No pude más que decir:
—Es tu némesis.
Seguimos hablando. Observé que su casa era un altar de una sola verdad:
—Nuestros valores son la verdad, la justicia y lo correcto... sin dinero no eres nada.
Suspiré. Mi sobrina agregó que su padre era lo más alto a quien admirar. Dentro de mí vi claramente que ese amor estaba empañado por el éxito en el mundo: ocho autos, un sueldo excelente, viajes por el mundo y la admiración de su jefe.
Vi sus ojos: eran los de un gladiador en un coliseo, listo para enfrentarse a quien sea.
Me vi allí, frente a esa joven hermosa, inteligente y de convicciones claras, sin pudor al decir lo que piensa y que no callaría si alguien tocara las fibras de su verdad. Le pregunté si sabía lo que quería.
Dijo que sí: su carrera.
Se explayó y me mostró su sueño: viajar por el mundo, juntar mucho dinero, volver y conseguir una casa de playa. Desde allí saldría en busca de sus sueños.
Sonreí de admiración por la intensidad que tenían sus palabras y agregué:
—¿Qué es el éxito?
No dijo nada. Solo su mirada quedó clavada en mis ojos. Era como una leona a punto de tragarse todas mis palabras.
Y dije:
—Equilibrio. Es para mí el equilibrio entre lo que tienes y lo que no. Puedes tener riquezas, fortuna, placeres... por un lado. Y por el otro, ¿tienes bondad, humildad, paciencia, empatía?
Equilibrio. Puedes tener mucho, pero quizás temas. Temas que alguien toque tu tesoro. Tener la humildad de perderlo todo y saber que lo tuviste... y que, como todo, un día lo perderás.
Sus ojos y los de mi hermana se clavaron en los míos.
Seguí hablando y sentí que absorbían la semilla de mis palabras, que en algún lugar quedaría. Y que, algún día, sobre el concreto del mundo, esa semilla germinaría en busca de la luz del sol.
Detuve mi hablar y me despedí. Sentí sus miradas sobre mi espalda.
Había tocado las puertas de su verdad, y esta había sido tocada con la delicadeza del amor. Una verdad que no era de este mundo; era de un corazón que ha conocido el silencio del mundo, y en su ritmo ha sentido el ritmo de la eternidad.
Subí a mi auto y fui directo a casa. Llegué, hice mis ejercicios, me di una ducha y me puse a meditar.
Pude ver, en aquel océano interior, como si fuera el teatro de un cine, cómo se despejaban las nubes violáceas y azules de la oscuridad.
Sobre un espacio en la nada se descosió un claro y vi una planta. No tenía raíz: estaba suspendida en la nada. Sus ramas estaban cubiertas de hojas verdes, que parecían bailar por la brisa del aliento, una y otra vez, hasta que sin saber por qué, desapareció.
Abrí los ojos y sonreí.
Dentro del concreto de mi ignorancia ha germinado una planta.
Y esa planta soy yo.
Dormí.
Y al día siguiente, mi otra hermana me esperaba para tomar desayuno.
Su sonrisa era como un sol.
Y me dije:
Qué planta tan hermosa.
"Bajo el concreto del mundo, la vida insiste" |