Leyendo la revista “Lenguaraz” en un convoy del metro, me topé con un texto titulado “Julieta”, donde su autor, el cual firma como Kin Navarro, nos cuenta los pormenores de la vida y forma de ser de esta mujer treintañera que vive sola, es soltera y no quiere verse comprometida ni atrapada en una relación que le impida moverse libremente y vivir a su antojo, haciendo lo que se le antoje; aunque sus amigas, familiares y conocidos, la tachen de solterona, quedada o a puntó de perder el último tren. Una historia muy bien escrita en donde Navarro desglosa con detalle, las razones por las cuales Julieta, siempre que ve a un pordiosero, mendigo, o alguien necesitado de un poco de dinero, ni tarda ni perezosa, se halla dispuesta a darles una moneda, acción que no la convertirá en pobre, ni hará rico a quien la reciba; pero que a ella, le permitirá tener en paz su conciencia, acallar remordimientos, librarse de forma rápida y eficaz de estos molestos seres que piden, piden y estorban.
He quedado gratamente sorprendido con el alud de razones que Navarro esgrime, para decirnos el por qué esta mujer es capaz de donar algunas monedas. Sus aseveraciones me dejan tan convencido, que se me ha ocurrido la peregrina idea, de jugar un poco (como a contracorriente, como para levantar un poco de ámpula), sobre los motivos por los cuales, puesto en el lugar de Julieta, yo no les daría monedas ni ayuda alguna.
Esta posición del juego, puede resultar un callejón sin salida, repleto de escabrosidades, donde la actitud y razonamientos para no dar, podrían parecer crueles e inverosímiles. La sabiduría popular nunca se equivoca, como dice el viejo refrán: “La mula no era arisca...la hicieron”. Las engañifas, mentiras y supuestas necesidades de mucha gente que pulula por la vida tratando de vivir a costa de otros, suele volvernos escépticos, precavidos, o mejor dicho “nos deja tan ciscados”, que ya no podemos creer en nada ni en nadie.
No le daría limosna a:
1.- Los ciegos, que resulta que no son ciegos y ven mejor que cualquiera.
2.- Los mendigos, que terminada su jornada diaria, llegan hasta su automóvil y se alejan manejándolo.
3.- Los que piden para completar su pasaje, a los cuales tres días más tarde, te los vuelves a encontrar en el mismo lugar y pidiendo aún para ese dichoso pasaje.
4.- Los que pasan en los convoyes del metro con un botecito metálico en una mano, haciendo sonar una monedas en su interior, y cantando horriblemente desafinados, que ni ganas te dan de darles algo, que mejor no canten, que mejor se callen.
5.- Los que te encuentras con un niño pequeño en brazos (siempre dormido o drogado, ¿quién lo sabe?) y llevan entre las manos una receta médica mugrienta, pidiendo para completar las medicinas del supuesto niño enfermo.
6.- Los campesinos que dicen venir de la sierra y pasan repartiéndote volantes sudados y sucios, donde te dicen que no hablan español y que tampoco tienen para comer.
7.- Los que traen un brazo, pierna o cualquier otra parte del cuerpo vendada, se dicen enfermos y juran que acaban de sufrir un accidente y necesitan ayuda mientras se recuperan.
8.- “Los franeleros”, que te atosigan en cada semáforo forzándote casi a dejar que te limpien el parabrisas, mientras dura la luz roja.
9.- Los “viene, viene”, que en los estacionamientos de los centros comerciales o en la calle, te guían para que muevas tu auto sin riesgo de impactar con otro; operación que la mayoría de las veces tienes que realizar tu solo, porque ellos están atendiendo a alguien más o sólo se acercan al final para que les des la propina.
10.- Los borrachines, que nomás se te acercan, te llega invariablemente el tufo a orines y alcohol que despiden como si fuera un delicioso perfume.
11.- Los que se meten drogas; aunque hay que tener cuidado de que no quieran forzarte a que les des o pretendan golpearte.
12.- Los que te recitan poemas sin más y estiran la mano, forzándote a darles.
13.- Los que pregonan tener sida, los que dicen no tener trabajo, los ex convictos que aseguran preferir pedir a robar, los que piden ayuda económica en el interior de los hospitales porque algún familiar cercano se les acaba de morir, etc, etc, etc.
Sirva este breve muestrario para concluir, que dar, ennoblece; pero no dar, te cuida el bolsillo. Je, je, habría que reflexionar seriamente para dilucidar este entuerto. ¿O no?
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