Cómo olvidar aquellos ojos que me sacaron el polvo del anticuario, ella me dio vida, me dio cuerda. Me compró por un precio muy bajo, al parecer el hombre de la tienda era un conocido y rebajó el precio.

Me instaló sobre la chimenea en un punto del salón privilegiado pues gozaba de una buena vista e iluminación. Irradiaba hermosura a todas horas, cuando caminaba, cuando cocinaba, cuando limpiaba y sobretodo, cuando cantaba. Su voz era una auténtica melodía y por las mañanas se acercaba a mí cantando y me daba cuerda, me alargaba la vida. Desarrollamos una estrecha relación, ella me cantaba y me mantenía con vida y yo a cambio, le daba la hora, el tiempo.

Pasaron bueno tiempos y yo era muy feliz. Pero un día dejé de serlo, la vi llorar en el sofá, nunca la había visto así y sentí una sensación que jamás había tenido no podía hacer nada, mi tic tac no podría animarle, la sensación de impotencia me imbuía. Pronto dejo de cantar y de sonreír. Mis agujas se podrían de tristeza. Un día descubrí cuál era la causa de su melancolía, aquel joven que vivía con ella, al cual yo no conocía mucho le atizaba de vez en cuando, y más adelante lo hacía a menudo.

Así pasaron los años, yo no era feliz, porque ella no lo era, ya no me revitalizaba todas las mañanas con su música, lo hacía de vez en cuando. Sus ojos ya no brillaban, se habían vuelto oscuros.

Yo contemplé el final. Una noche abrió el cajón de la esperanza, y de él sacó un revolver y lo cargó de venganza. Él llegó tarde, tarde y borracho y gritándole entró en el salón. No tuvo tiempo a pedir perdón, la bala fue certera. Fue espantoso y pasé mucho miedo, pero después tuve una enorme sensación de alivio, ella estaba bien y la fuente de su dolor había muerto.

A la mañana siguiente la casa se llenó de personas desconocidas, un hombre mayor me descolgó. “Tendrás que volver a la tienda amigo” Volví a entrar en mi letargía en el viejo almacén. No volvería ver más aquella sonrisa, no volvería a escuchar aquella melodía, mis agujas ya no marcarían el tiempo, sino el sufrimiento.

Hoy me han vuelto a despertar, una joven me ha comprado, y está contenta. Dice que es para colocarme en el salón de su nuevo piso de recién casada.