No soy poeta porque mire la vida desde un agujerito,
desde un espacio instalado entre lo real y lo ficcional,
en la clarividencia que resume la vida en pocas letras,
en la abstracción obligada de una insumisión letrada.
No soy poeta por eligir bien cada una de mis palabras,
privilegiando siempre la forma más que el contenido,
ocultando significados entre dudosos dobles sentidos,
oponiendo significantes con beligerantes imágenes.
No soy poeta porque me urja dar una respuesta cabal,
la solución para desconvecer a todos los convencidos,
unas nuevas reglas para el juego cartesiano de la vida,
una solución alternativa que doblegue los indicativos.
No soy poeta porque nunca me he podido abstener,
traduciendo el sentimiento con mis letras incendiarias,
en profanas letanías que como mantras se reinventan,
esa polifónica voz que me hermana con muchos otras.
No soy poeta porque no sepa decirlo de otra manera,
con una lírica prosaica separada a través de un enter,
en una poesía que algunos no llamarían nunca poesía,
en una conseja más de inconsciente que de sensata.
Pero soy poeta porque a mi el mundo me hizo así,
porque yo nunca he conseguido estarme callado,
porque hablando conmigo creo que hablo con todos,
porque hay un yo que se atreve a ver un poco más allá.
JIJCL, 15 de octubre de 2025.
|