El radiante energético parpadeo naranja asomaba por la ventana donde el manantial de pequeños sueños resplandecían suspendidos en el espacio a falta de movimiento en esa alcoba. Las bocas abiertas de botellas balbuceando sus últimos alaridos se desplegaba sobre el suelo y de vez en siempre una que otra por motivos de inercia y los elementos de este universo en constante movimiento se animaban. Clink! Clank!

Sobre el buró descansaba hace tiempo ya sobre un mantelillo de polvo desvanecido el celular que apilaba una serie de holas, y buenas mañanas sin respuesta. Parpadeante de números que dependiendo de la localización del mundo en base dando cara al sol o a la luna caminaba lento, rápido y a veces destilaba paz sumergido en su silencio sepultural.

Pendiendo de la monotonía de esa pared pálida como las ganas de seguir hinchando hígados en esa recamara, estaba un viejo calendario que no coincidía con el tiempo actual. Pero de igual manera sirvió su propósito, que es un pinche dia mas, pinche menos. Febrero del 84, pero en los dos miles veintes. Eso sí con un lazo rojo escarlata rodeaba que al parecer llevaba las mismas vueltas al sol, como su existencia.

Al fondo una pequeña galería de ingratos recuerdos contaban con ecos de viejas historias. Gratos recuerdos. Anunció que el humano insertando en ese recuerdo, se desvanece y yace a unos cuantos metros de distancia.

Con gruñidos y retortijones se meneaba en esa amarillenta manta sobre la cama. ¿Habrá concluido ese transcurso de tiempo suspendido, de confort entre los brazos fríos pero a veces tibios? Donde todos los días resplandecía una actualidad que se le escabulle. Alaridos de vida entre las grietas se filtraban y cuando la luz demasiado resplandeciente descalabra por entre las faldas de sus cortinas, las opacaba.