Estética aceleracionista: ineficacia necesaria en tiempos de subsunción real es un artículo escrito por Steven Shaviro, incluído en el libro Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo en que el autor propone que, en lugar de seguir los planteamientos de un aceleracionismo político o filosófico, que pretenden ser necesarios para situarnos -en algún momento- en el postcapitalismo, nos propone el aceleracionismo estético, desprovisto de tan altas pretensiones... más humilde, podríamos decir.
¿Qué es lo que, en palabras de Steven Shaviro, nos ofrecerá el aceleracionismo estético?
Como dice el título: ineficacia necesaria. Y como dice, casi al final de su artículo: “en el mejor de los casos, una conciencia exacerbada de la manera en que estamos atrapados” (178) en las correcciones y desarrollos de Hardt y Negri de aquello que Marx designa subsunción real (Marx habla de “subsunción formal” para referirse a la apropiación y extracción de excedente -en términos de capital capitalista, es decir, valor económico monetario en todas sus presentaciones: plata, datos, personas, tierras, etc- “de procesos laborales que preceden al capitalismo”; en la “subsunción real” todo proceso laboral es creado y organizado en términos capitalistas) (170) en nuestros tiempos se ha extendido a dominios de la vida de tal modo que llamábamos trabajo simplemente ha dejado de existir, o mejor dicho su existencia es otra, se ha transformado en otra cosa mucho más constituyente de nuestras vidas y de nuestra realidad que lo que Marx llamó “procesos laborales”.
Pero no nos adelantemos; adentrémonos, junto con el autor, en el trayecto que le lleva a tan peculiar propuesta.
En un primer momento, citando a Mallarmé (“Todo se reduce a la estética y a la economía política”) hace de la estética un dominio diferente al de la política, lo que implica que las categorías de una y otra no son las mismas, así como tampoco las implicaciones o consecuencias finales a las que nos puedan llevar su aplicación radical. Hecha esta diferencia comienza un análisis sobre la estética en particular. Junto a Kant, dirá que el juicio estético tiene dos características que refuerzan esa diferencia con otros tipos de juicio (como el político o el filosófico): el juicio estético 1) “es necesariamente desinteresado” (168) y 2) es “no-cognitivo” (169). Con el primer enunciado la estética pierde el carácter de intencionalidad, de contemplación para algo: disfrutamos de la belleza en sí misma, sin finalidad más allá de ella (168). Sin embargo, nos dirá Shaviro, la posibilidad de abocarse al juicio estético, a la contemplación de la belleza, al acto estético, tiene carácter utópico, en el sentido de que exige que en los dominios no estéticos no estemos agobiados por carencias materiales o inmateriales o, como dirá el mismo Shaviro “Solo cuando estoy en general bien alimentado disfruto de las exquisiteces de la cocina” (168). Este sería uno de los puntos más cercanos en que ambos conceptos (estética y política) puedan llegar a estar. El segundo enunciado nos habla de la irreductibilidad de la apreciación de la belleza a meros datos: la belleza no puede subsumirse en conceptos, hechos, información; no puede traducirse a ningún conocimiento positivo (169). Con las palabras de Wittgenstein refuerza esta idea “¡No es un algo, pero no es una nada tampoco!” (169).
Esto según la teoría formal de la filosofía moderna que, para la actualidad, según Shaviro, no ofrece un análisis completo de lo que sucede con la estética, ya que la independencia del ámbito estético respecto del político en los tiempos de subsunción real no parece ser real. En Marx todavía la subsunción que el capitalismo ejerce sobre la vida se da en términos del valor económico de lo que el trabajo produce y, a su vez, el trabajo está supeditado al ámbito de producción de mercancías en una esfera aparte de aspectos de la vida como el ocio, el descanso, las emociones, los sentimientos, el arte, la estética. Hoy, en cambio, en la línea de Hardt y Negri, Steven Shaviro plantea que la subsunción no es solo formal, sino real, pues cada aspecto de la vida es traducido a un valor económico, incluso el sueño. Y lo que pudo ser una salida, la transgresión (en los movimientos como el dadaísta, surrealista, o en la música de los 60-70 de Hendrix, Presley, o en los 90 de Manson o en la película pornográfica Garganta profunda), hoy no es más que otro modo que el capitalismo tiene de extraer ganancias. La revolución tiene código de barras y su contenido (si es que lo tiene) sólo tiene carácter formal. Los dos enunciados iniciales que caracterizaban al juicio estético quedan obsoletos ya que las tendencias, las emociones, la belleza (o lo que percibimos como belleza) es codificado; en otras palabras se lleva a cabo una “extirpación radical de lo estético” (173) pues 1) la belleza tiene una finalidad económica y para que esto sea posible 2) la belleza debe ser definida, hecha información, datos.
Estamos en un callejón sin salida, pues “hoy todos somos aceleracionistas” ¿Qué hacer? El aceleracionismo estético se propone como un retorno a la ineficacia. El aceleracionismo estético es la caricaturización de lo que ocurre, es la exageración del absurdo antiestético en que se encuentra atrapada la estética hoy. No se propone una eficiencia, pues de lo que se trata es de reconstituir las dos características que Kant atribuye al juicio estético.
El autor da dos ejemplos estéticos aceleracionistas, que son las películas Gamer y I’m a juvenile delinquent, jail me!. Estas películas, en efecto, exacerban los aspectos del capitalismo de la subsunción real, nos muestran cómo las subjetividades son puestas en el flujo informativo del semiocapitalsmo. No obstante, esta nueva estética, en mi opinión no sólo muestra su ineficacia (pues no genera reflexión sobre cambio alguno, sólo muestra las posibilidades a las que tiende el absurdo que vivimos), no sólo nos deja una sensación difícil de traducir a datos; también, y esto me incomoda y me provoca miedo, no apela a una producción de belleza. Es más bien la constatación de hacia dónde nos estamos dirigiendo, utilizando los mismos recursos que han provocado esto (la comercialización del arte). Por otra parte, me parece que Shaviro parte desde una mirada académica y termina, también, en una mirada académica de lo que es la belleza. Y, más allá de académica, demasiado clásica (si bien la propuesta final supera –va más allá- lo que podemos definir como clásico, sigue su misma dirección). Creo que la producción estética y la apreciación de la belleza no necesariamente están desprovistas de finalidad, que no están separadas de lo político (¿qué quiere decir que nadie se baña dos veces en el mismo río?), que toda manifestación artística es una postura ante la vida, una manifestación de aquello que se oculta a la obviedad de los símbolos, que se asoma a través de esos mismos símbolos, desde una sinfonía de lo que llamamos música docta a un repique de tambores manchados de sangre de manos negras; de una tragedia griega a un acto performático callejero, de la “poesía mayor” de los grandes clásicos a la antipoesía de Nicanor Parra o a las “artesanías” de Violeta Parra, o a los murales callejeros donde percibimos algo más que formas y colores, donde intuimos un “mensaje”. Finalmente, decir que el juicio estético es no-cognitivo, me parece otra estrechez de criterio, otra caída en el juego del capitalismo (no porque lo haya dicho Kant hace dos siglos no está inscripto en una lógica capitalista –palabra que, por lo demás, se utilizó por primera vez hace dos siglos para designar procesos que venían desencadenándose desde dos siglos antes). Creo que el conocimiento no es sólo información, hechos o datos en el sentido que el capitalismo define esos términos. Creo que el conocimiento también está en la apreciación de la belleza, que la información y los datos no son únicamente símbolos de un código traducible a valor económico (en el sentido neoliberal) y que, por supuesto, los hechos escapan a ese ámbito de lo real incuestionable o no susceptible de ser interpretados. La sensación que me deja el aceleracionismo estético en particular (y el aceleracionismo en general) es de un derrotismo no asumido, una manera de afrontar al poder capitalista de un modo similar al de la izquierda que critican, pues ¿qué hace la izquierda sino someterse a los parámetros capitalistas y a partir de ahí proponer soluciones que no implican una ruptura o una transformación diferente a la que nos lleva el mismo capitalismo? A la larga, aceleracionistas de derecha y de izquierda no se distinguen de la derecha y la izquierda sin el prefijo aceleracionista, y van a terminar cantando victoria junto al capitalismo que, seguramente, se autodenominará en algún momento postcapitalismo. Si la propuesta es llegar más rápido a lo que el mismo capitalismo nos llevará “más lento” ¿por qué el apuro?
Vivir de forma diferente, compartir en lugar de comercializar (trueque o moneda, da igual), desestructurar al coloso que nos contiene, poner en común lo que nos sucede, lo que pensamos y lo que sentimos (que la producción estética hace posible), me parece que no se asemeja a hacer que todo lo que nos oprime suceda más rápido, apelando a una especie de fe cuántica donde podríamos, cuales partículas, exceder la velocidad de la luz y aparecer en otro tiempo-spacio, en otra dimensión, en otra forma. ¿Queremos otra forma? Sí, pero otra forma-de-vida, no que nuestra materialidad se desintegre con el desgaste de la velocidad y la aceleración. Si quisiéramos eso, tenemos opciones más rápidas y menos dolorosas. |