El gusano, la lombriz, sabía que debía trepar por el delgado hilo de plástico para huir de la fauna marina dispuesta a caer en la trampa (a morder el anzuelo) que el hombre posado en su bote depositó en las profundidades de un océano cubierto de nubes violeta que danzan bajo un cielo rosáceo.

Una ciudad construida sobre nubes. Rodeada de nubes. Una ciudad edificada sobre nubes. Edificios flotando sobre el agua evaporada. Vapor de agua sosteniendo la humanidad y su naturaleza progresista. ¿Están limpias? Las nubes sí, aún no se manchan con los charcos de mierda derramada por la existencia alcantarillada de un pueblo sin tierra.
¿Y las mujeres, niños, ancianos y machitos? Los humanos ya no soportaban su condición de desgracia constante. Y la ciudad, los edificios de cemento tampoco aguantaron más a estas mutiladas acciones insanas de sus creadores. No queremos más ventanas, y se hicieron de cemento las ventanas. No queremos más habitantes. Y digirieron a machitos primero, luego niños, mujeres y los ancianos murieron antes de ser expulsados por los culos de los rascacielos que sí expulsaron a todo el resto de la humanidad que quedó habitando bajo su propia ciudad, pero más abajo aún, cubierto por las nubes que albergaban al pueblo sin pueblo, a la ciudad sin ciudadanos y sin ventanas.
Una amalgama de fantasmas negros quedó deambulando y divagando sobre las cosas que eran antes, con ganas de traspasar las paredes de las alcantarillas, con ganas de escalar sobre las nubes, con ganas de volver a sus edificaciones, pues ya no hallaban sentido a la vida más que el sentido que ellos habían creado. ¿Qué haremos ahora? Decían los fantasmas, sabiendo que habían muerto, anhelando el paraíso de lo cotidiano, de lo inmutable que va creciendo sin cambiar.
Quedó un habitante, el invencible, el incagable por los wáteres autónomos de los edificios pensantes. Entonces, al ver que estaba solo, se enmarañó en una madeja de pensamientos azules tan azules que se volvían negros, y miraba desde lejos eso que habían construido durante tantas existencias. Entonces se apartó, caminó interminablemente hasta llegar a la frontera de nubes. Al cruzarlas se adentró en una noche que habían olvidado los habitantes del cemento.
Una ciudad haraposa se desplaza sobre nubespirales de contornos.
Los huéspedes indeseados, monocélulas del tamaño de cinco hombres de alto y cuatro elefantes de ancho nucleorientan la cúspide de su ser, cuales plantas siguiendo al sol, hacia el mundo ciudad deshabitada,,, o habitada subterráneamente por las purulentas almas.
Por otro lado, las nubes, en esa atmósfera de infierno comenzaron a condensarse y la condensación trajo ladrillos negros, pues llovieron subterráneos de edificios, no agua, no comida, no dinero, no drogas, llovieron resina de subterráneos rectangutriangunucleares.