TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / vernis / Conflicto en mi mente

[C:623770]

Día 1. ¡Qué historia complicada! Me preguntas qué es lo que he hecho. No comprendo. Dices que mi cuerpo muestra memoria y conciencia de lo que hace. Ahora entiendo. Tiene disciplina impresa. Se sabe pleno en muchas cosas y gusta manifestarse.

Día 2. Corriges algunos detalles. Estás distante. No te reconozco aún. Estoy explorando sola.

Días. Una discusión abierta. Yo observo y escucho tus ideas. ¿Qué piensas? ¿Qué haces? Soy terapeuta y un silencio extenso. Las almas se acallan y me retiro como en otras oportunidades.

Días. Me aventuro y pregunto si puedo sumar un día. Respondes que sí. Finalmente no llegué bien. Próxima clase, dices: “te esperé”. Lo siento, respondo. Es que no pude. Se movió mi estantería. Recordé que iría otro día y lo expresé.

Días. Se reorienta mi atención. Empiezas a visitar mis pensamientos. Te observo comportarte. Te muestras atento con las personas. Interactúas poco. Lo haces protocolar.

Días. Te acercas y mencionas una salida en un día festivo. Yo trabajo y agradezco la invitación. No participo. En breve un receso invernal detiene la continuidad. Se resquebrajan mis expectativas y me enfado. No contigo, conmigo.

Agosto y estamos de regreso. Te miro diferente. Te escucho y me corriges. Preguntas si he hecho trabajo de parto. Respondo que no. Me siento mal, como si no haber parido fuera malo. No lo pienso así, pero así lo sentí al responder. No importa, dices. Muestras el ejercicio de otra manera. Regreso a casa triste, creyendo que no verás a una mujer.

Nuevo programa de salida. Me aventuro y me apunto con el deseo de verte en algo que parece que gustas hacer. Me apunto de mentiras. No estaba en los planes. Fue por accidente que me enteré. Pregunto sobre la salida y dices que es pesada y que no hay lugar, pero que me tendrás en mente, “obvio”. Respondo que está bien y que lo entiendo. Regreso triste, se me escapa una vez más la oportunidad.

Escribes y confirmas la salida autoconvocada. No tardas en hacer algo que mueve otra vez mi estantería. Me agregas en tu auto. La salida se pospone por incendios, luego se cancela, y aun así salimos los “valientes”.

Noviembre. Salimos y esa mañana viene Andrés. Sin falta, como de costumbre, me acompaña en los momentos importantes. Con anhelo salgo igual y deseo que la experiencia sea buena. La experiencia fue muy buena. Te muestras calmo, organizado y despliegas comportamientos erráticos dejando entrever que las tentaciones no te detienen. Me pregunto si lo vales. No obtengo respuesta. El camino de regreso y la conversación me resultan exquisitas, hablas demasiado como en catarsis y no te detienes a preguntar nada a quienes te acompañamos. Egoísta, no te detengo. Un mate por aquí y otro por allá, pauso mis pensamientos y te observo. Me gustas, me gusta cómo manejas, me gusta tu perfil, tus manos son hermosas y frías. Miro el camino y me sumerjo en un suspiro porque estoy en problemas. Siento la vulnerabilidad que me arresta cuando me fijo en alguien.

Sé que lloraré a partir de este día y resistiré quererte. Ya me dueles.

Día siguiente te paso el comprobante de gastos comunes y te agradezco algo distante. Me siento rara. Me auguras estar recuperada y disfrutando del domingo. Llenas el domingo, me agregas a tus contactos. Introduces la posibilidad de que te vea de otras maneras. Gracias.

Como anticipé, estoy en problemas y no me aguanto de saber algo de vos. Te escribo y te pregunto por algo tangencial. Respondes rápido. Yo no, no sé cómo explicar lo que te pregunté. Me repongo, respondo y me ayudas.

Se acabó el año, nos despedimos. Comes brownies que llevé. Antes de comer, dices que no eres chocolatero y pruebas un bocado, te detienes y preguntas si tiene canela. No tiene canela, aunque tenés un paladar que aprenderé a amar. Deliro que me encantaría cocinarte. El tiempo me enseñará que yo aprenderé de vos.

Diciembre. No sabré nada más y tampoco sé si volveré a clases. En Navidad te comparto una tarjeta y te envío mis deseos. Respondes rápido. Me alegra saber que estás ahí del otro lado. Escribes un par de oraciones. Me sorprende, lo guardo con recelo y te despido porque ya no volveré a escribirte. Se me acaban las excusas antes de que me sienta mal.


Comienza otro año y la agenda es otra. Estoy en jaque. No estoy segura de participar en las clases. Te escribo para anotarme en una clase a la que llegaré tarde y recuerdo que te enfada que lleguemos tarde. Como un indicador de poco compromiso. Respondes otra vez rápido y protocolar. La distancia hace estragos. Deseaba otra respuesta que denotara agrado de leer o saber algo de mí.

Me anoté a otra clase además de pilates para garantizar que sí pudiera participar de alguna. Pues tengo algo de reparo. Aprehensión, no sabía si toleraría la exigencia. Mente en alto y me apersoné en la clase. Me dijiste que me viste en la lista de funcional, que te llamaba la atención porque no tenía perfil para eso. Me dolió saber que no encajo en ese perfil. Me recordó cuando mi compañero de laboratorio entró un día y yo escuchaba jazz. Se frenó y preguntó quién escuchaba esa música. La apagué. Me miró y me dijo que yo no tenía el perfil de alguien que supiera ni que apreciara el jazz. Las etiquetas y sus efectos.

Escribí para que me agregaras al grupo de funcional. Preguntaste cómo estaba el cuerpo después de la primera clase. Me gustó que iniciaras alguna pregunta vos. Se sintió menos forzada la interacción.

Abril. Te pregunto por una salida y el reemplazo de una clase. Noto que mi respuesta es más distendida y te agradezco.

Mayo. Escribes para decir que tienes razón en una discusión que se abrió en la clase. Envías evidencias que soportan tus ideas. Respondo tarde. Lo siento, el día de trabajo estuvo tedioso y quiero responder bien. Te cuento que abrí esa discusión con otras personas que conozco y argumento desde mi lugar y lo hago con mi estilo. Protocolar, de menos a más y animándote a la reflexión. Lo hago sabiendo que corro el riesgo de que te abrume leer y que sepas que no es común relacionarse conmigo. En ocasiones las personas se alejan. Pensar y repensar no es una práctica que guste a todos. Esta característica es parte de mí. Mejor que lo sepas temprano para no alimentar ideas a medias.

Te enfermaste. Lo siento. Te veo tan fuerte y robusto que te imaginé resistente. Has visto, yo también fantaseo. Te escribo, me ocupa saber que estás bien y listo para sortear eso. Respondes escueto y claro. Aunque quiero estar ahí, entiendo que no está bien y que estoy agradecida de que respondas a pesar del pesar.

Junio. Te mando un sticker y una broma. Respondes rápido y generas una tensión interesante. Me sumo a la tensión y aunque me encantaría acompañarte… no lo haría. Al menos no por ahora, requiero más indicadores de interés. Cuando creía que se había terminado la charla, seguimos hablando de otras cosas y en el orden de la ironía. Amo la ironía y hacía tiempo que no compartía esos modos con alguien. De hecho, es una de mis cualidades apagadas. Alguna vez llamaron mi atención por comportarme así y no considerar con empatía lo que provocan mis palabras.

Pasaron más días y otras interacciones. En ocasiones me desilusiono, escucho lo que decís que haces y probás y me recuerdo que no compartimos los modos de aproximación. Entiendo que compartimos una gran serie de cosas y me gusta. No obstante, perseguimos los deseos totalmente de maneras diferentes. Yo me reconozco sensible a los modos. Hay días en que me aparto para no sentir que me interesa saber y compartir momentos con vos.

Cuando estoy lista para dejar la idea que tengo de vos, agosto nos ataja con una lluvia. Miro el piso y digo, no, ¿cómo vuelvo a casa en mi bici? Alguien pregunta si vivo cerca. Sí, digo dónde y me envuelvo en un silencio. Preguntas si estoy apurada, porque si esperas a tu salida me alcanzas. ¿Sí? ¡Demonios! Otra vez estoy enredada en tu idea. Es que has pronunciado lo que no anticipaba y éramos otros ahí. Me ofreciste el aventón. Quise creer que era de camino a tu casa y por eso no les ofreciste a los otros. No lo sé. Cuando estábamos listos para salir, paró la lluvia y Walter me dio el ok de salida. Llegué a casa sola y bien. Te escribí para agradecer. De nada, que descanses, dijiste.

Salida programada y estoy anotada en tu auto. ¡Qué lindo! Me da una tranquilidad viajar con vos. Antes de partir, me preguntas si pasas por mí cerca de mi casa. ¡Por mí! Otra vez desorientada y vulnerable.

Las charlas profundas de las que hablas me gustan. Me gusta escucharte. Te miro, te escucho. De regreso pasamos por el parque, volvemos con la profe y ella habla, habla…. Interrumpes y me preguntas si entras una calle paralela antes de la avenida… por acá era que dijiste que era tu casa. Te acordabas, ¡qué lindo! Sí, respondo, puede ser por acá. ¡Gracias! Frenas el auto en frente de mi casa y preguntas algo que enamoró directo a mi corazón… ¿fresnos? Sí, muy bien. Es por la forma en que están podados, decís. Pienso, ¿Cuántas historias compartiremos sin saberlo y cuántas nos separan? ¿Cuáles tendrán más peso mientras se escribe la nuestra? ¿Borrarás con el codo lo que escribas junto a mí? ¿Me abrigarás? Me despido, gracias y me bajo.

Viniste rayado. Te adjudicaron andanzas… yo dije que parecían rayas de plantas, posible poda. El naranjo de tu hermana. ¡Qué rico! dije yo, me obsequias. Traigo. Mmm, ¡qué rico! Me traes naranjas, algunas las reservo y disfruto una a una sabiendo que me las diste. Hablamos de eso y te llevo limones en almíbar. Quiero agradecer tus naranjas. No dices nada.

Un miércoles escribes para saber si puedo ir a buscar tus cáscaras de naranja. Me sorprendo, trabajo y no voy a clases por eso. Si no, el viernes, dices. ¡Qué lindo que te acuerdas, trabajo hasta tarde! El viernes es un sí. ¿Las probaste? preguntó…

El modo en que me las diste me mató de amor. Parecía complicidad. Iba al baño, te aproximaste y me las diste como en secreto. Sonreí y agradecí. No sé si le prometiste a alguien más… yo preferí pensar que eran para mí. No indagué más.

¡Qué ricas!… No podría decir si estaban ricas o yo las percibía exquisitas porque las hiciste vos.

Iba de salida y me preguntaste qué tal las naranjas… Hice una pausa. Llenaste mi oración y una cosa llevó a la otra. Nos quedamos hablando de comidas, de cómo cocinas, incursionas, de lo que gusta a ambos… el laurel, el vinagre, la naranja se entrelazarán en nuestra historia. Cuando me pierda, regresaré a este escrito.

Me encantó conversar con vos. Hace tiempo que no aprendo de otros. Esa noche volví con muchas ideas, me puse a buscar cosas de las que hablamos. Me gustas y al mismo tiempo temo lo que me ocupa de vos.

¡Feliz Día! Una tarjeta para vos. Te describo. Las debilidades te hacen fuerte ante mis ojos. Adrede me corro de mi rol profesional. Cuánto me gustaría darte señales de a qué responden tus modos de responder, modos de relacionarte. Si pudieras convencerte de que no somos lo que sentimos. Las emociones no son hechos… a veces se acoplan, se condicionan a estímulos del ambiente y adquieren valor disparador. No son nuestra realidad, sino que brindan información.

Salida programada. Vamos a tu casa. Llueve, está oscuro. Acaricio a tus perros. Salimos y voy sentada detrás de vos. Mi corazón se oprimió. Entendí que no era justo enojarme ni decepcionarme porque no fuera tu primera elección. Con el tiempo he entendido que llegué más tarde a la relación que tienes con los chicos de clase. De ninguna manera me gustaría cambiar eso. Fui parte del viaje triste… pero como toda emoción sabía que cedería. Lo pasé muy bien. Las salidas, como hemos tenido oportunidad de conversar, me sustraen. Egoísta, mi cuerpo se repliega en el momento, en el sonido de mis pasos, en la sensación del viento en mi cara, en el peso de la mochila que lentamente se desvanece. Es un momento conmigo a pesar de caminar con otros. A veces he pensado que voy por el sendero que traza Moisés. No nos distinguimos unos de otros, seguimos un deseo que se parece a un objetivo y cada uno crece a su manera, a su tiempo. Quiero que sepas que esto que haces es una de las cosas que amo de vos. Darnos la oportunidad de vivirlo, de mostrarnos un sendero, de introducirnos en ambientes, de ir adelante, de desconocernos por horas y reencontrarnos en la nada. Aunque amo viajar con vos, lo disfruto más en el auto. Lo demás, no voy con vos y vos no vas conmigo. Somos extraños. Te vuelves niño y haces tonteras. Disfrutas. Aún no comprendo qué atribución le haces a esto que haces y continúas haciéndolo. Mi atribución es: gracias a vos, me has permitido recobrar el diálogo conmigo y mi paso por este sendero del acto de existir. Me pregunto si haré algo por vos alguna vez que pueda mejorarte, ayudarte, darte otra perspectiva… algo.

¿Qué te pasa con la petisa rubia? Nada respondiste. Lo compartiste como sin querer la cosa y yo tomé ese guante como sin escuchar lo que decías. Pensé en el oráculo aquel que indicó que me encontraría a mis 40 y tantos, sería mi segundo amor y yo quiero desistir de esta idea. Me duele. Entiendo que tu curiosidad está presente. Haces más cosas de las que tolero actualmente. En mi modo fuga, dejé sueltas una serie de características que mencionaste en algunas ocasiones serían un ¨no¨ para considerar a alguien, llamese no consumo alcohol y aparentemente la calidad de la interacción se parece a "mediocre", no manejo, tampoco te serviría de conductor soporte para los cambios, no gano más dinero que vos y dijiste que eso es condición para estar iguales. Me pregunto: ¿cómo podría beneficiar mi presencia en tu dinámica?

Lo mismo me pregunto pero a la inversa. Estoy bien con lo que he hecho, vivido, conocido, el propósito de mi vida. ¿Es que estoy retomando la idea del oráculo? Idea, mi idea es que se alinearon algunos aspectos para que nos encontremos no antes, sino hasta ahora. Aunque me asustan tus antecedentes, tengo la impresión de que puedo aprender y ayudarte a reconfigurar una serie larga de creencias que no te permiten aún disfrutar de lo que haces. Mi umbral se despierta cuando estoy cerca de tuyo, aunque no desde un lugar de deseo sino desde un sentido de reparación. A veces me pregunto si es esa la misión a recorrer y no una historia de amor. Me doy cuenta de que sí aprenderé mucho a tu lado. Lo que me replanteo es el rol que puedo y que requiero ocupar.

Así que mi deseo es que las cosas sigan un curso que pueda transitar sin huir. Si mis antenas están en lo correcto, espero que las condiciones se acomoden para que lo que pueda darse, llámese reparación (tuya) y aprendizaje (mío) sin que la aventura nos aparte dañados. Me temo que también el oráculo habló de que llevo retraso y poco tiempo de vida para descifrar lo que es.

Texto agregado el 06-10-2025, y leído por 20 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-10-2025 ESTOY DESLUMBRADO, no tanto por lo que narras, sino por la forma tan especial con que lo haces, visitando tus propios sentimientos y pensamientos, sin temor, con la experticia de quien entra y sale de sus aposentos psíquicos iluminada con la potencia de su inteligencia y sostenida por la fuerza de su voluntad templada en el fuego de la experiencia. Cordialmente te felicito. XZEPOL
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]