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Apéndice


Toda historia merece ser contada desde el inicio, para su justa comprensión y entendimiento. Todo cuanto conocemos ahora, todo aquello que ves, tocas y hueles, en un principio no estaba. La oscuridad llenaba todo, era la Nada Absoluta, dónde solo Aetinens, la Serpiente, a su capricho y libre albedrío, realizaba deliciosas acrobacias.
Tan enorme era la serpiente que se olvidó de cómo era su cola, ya que llevaba miles, o millones, de años sin verla. Su ignorancia le costó el colmillo, ya que en un giro inesperado de la punta (de la cola) golpeó de improvisto su morro, arrancando su colmillo derecho. El colmillo se perdió suspendido en la Nada Absoluta, derramando sangre y el veneno que contenía. Su ignorancia le costó su propia vida, ya que lejos de amedrentarse, Aetinens atacó a aquello que antes había osado golpear, propinando un mordisco, e inyectándose a si misma el mortal veneno. La cola no dejaba de moverse, propinando golpes al azar, que muchas veces alcanzaron un objetivo, ya que en una ocasión logró extraer el ojo izquierdo y en otra se entrelazó y tiró de su lengua bífida, pero la cola también recibió más puntazos del solitario colmillo que quedaba en las fauces, despellejando la cola en una ocasión.
En el calor de esta lucha, que era el final de Aetinens, nosotros nacemos, los Espíritus Sabios, fuimos siete en el inicio. De cada parte de Aetinens que se desprendía emanaba un espíritu, las partes y los nombres de los Espíritus son los siguientes:
Uniavi, Labún, Netuo, Musad, Ecúnter, Erader y Cuanis ; que correspondes con el colmillo, la sangre derramada y el veneno que contenía el primer colmillo arrancado, el ojo, la lengua, la piel de la cola y parte del veneno vertido en la mortal mordedura.
Los Espíritus vagaban por el Universo, encontrándose en algunas ocasiones, pero cada vez nuestras reuniones y conversaciones eran más cortas. No sé cual pudo ser el motivo, pero en una ocasión que todos nos encontramos, Uniavi dijo:
—He tenido un sueño: he visto que podemos crear la vida.
Todos estaban extrañados.
—La vida —continua Uniavi— como una transformación de la energía y materia, donde colabora lo sensible y lo espiritual, formando entes individuales, pero, que en perfecta armonía son una unidad.
—¿Para qué crear la vida? —Preguntó Netuo, el tercer Espíritu.
—Uniavi tiene razón —contestó Labún, adelantándose a la posible réplica de Uniavi—. Somos producto de un desencuentro, puro azar. Nuestra ocupación ha sido un permanente ir y venir incesante sin propósito alguno. Puede ser que nuestro espíritu se desvanezca o perdamos nuestro calor, ¿qué dejamos hecho?
Otro momento de reflexión.
—Hermanos —concluye Labún—, no permitamos nuestra destrucción, ya sea por agotamiento o por fiera lucha. Mejor es estar unidos, tener un proyecto en común. Que Uniavi nos describa su visión, que, junto con Musad y Ecunter, intentaremos plasmarlo, y Netuo, Erader y Quanis, lo corrijan y sugieran mejoras.
Los Siete Espíritus Sabios recibieron con alegría la idea y aceptaron realizar aquella empresa en común.
—Descríbenos como es tu visión, Uniavi, aquello que llamas vida —Preguntó Labún.
Uniavi habló:
—Al principio es la luz, un puntito lejano, aislado, que de súbito crece, explosiona y esparce todo su contenido por el Universo.

Texto agregado el 04-10-2025, y leído por 18 visitantes. (0 votos)


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