Tengo un amigo con el que nunca hablo en serio. En realidad no hablamos, nos vemos cuatro o cinco veces al año y después chateamos. Nunca en serio. Nuestras charlas son siempre de pavadas. Nos mentimos, nos preguntamos pelotudeces, nos contestamos con delirios, a veces simulamos ser otros.
¿Tenés miedo a la soledad?, le pregunté una mañana melancólica. No era la primera vez que se lo preguntaba pero quería escuchar qué tenía para decirme hoy.
Mi amigo sufre de pánico. Toma medicamentos que nunca lo han curado bien del todo. Su psicoanalista le dijo que era algo con lo que iba a tener que aprender a convivir por el resto de su vida. Un sello de su personalidad. Vaya sello. Una cagada pero en fin. El día anterior a mi pregunta salió de la consulta con el psiquiatra y se metió en una casa de venta de colchones que había en la esquina. Sweet dreams. Colchones por acá, colchones por allá, florcitas, triangulitos, cuadraditos, toda una gama de colores y diseños.
Apareció una mujer gordita, petisita, con las piernas juntitas, como si fuera un pollo. A mi amigo le causó gracia, cuando la vio. Él le dijo que estaba buscando un colchón porque el de él no daba más. Ahí comenzó todo. Usted está en el lugar indicado, dijo la mujer. Sweet dreams, sabe lo que significa Sweet dreams, significa dulces sueños, dulces sueños para usted por el resto de su vida, con estos colchones Sweet dreams tendrá dulces sueños. Le vuelvo a decir, está en el lugar indicado. La mujer se desplazaba entre los colchones parados, acostados, inclinados en el lugar como al son de un vals, un poco en punta de pies, moviendo las manos como una bailarina. Miré este, dijo señalando uno que estaba acostado, en color negro, cosido en rombos, descansará acá como nunca descansó en la vida, venga, venga, tóquelo, hunda la mano, vera que suavidad, verá que calidez. Mi amigo empezó a sentirse algo atosigado, fue y hundió la mano en el colchón, realmente era suave. ¿Vio?¿Vio?¿No es maravilloso? Mi primo tiene uno de estos, yo cuando voy a la casa de mi tía a veces me echo una siestita, Sweet dreams, nada mejor que Sweet Dreams. Palpitaciones, calor en la cara, mi amigo empezó a sudar. Miré este otro, y se acercó a uno que estaba a un costado junto al ventanal que daba a la calle. Acuéstese, acuéstese, pruébelo, dese cuenta que tendrá los mejores sueños en este colchón, lo mejor que hay, y fíjese que es de una plaza y media, por si tiene compañía, dijo la mujer y le guiñó un ojo, acuéstese, acuéstese, la gordita daba palmaditas sobre el colchón, mi amigo sentía la ansiedad crecer como una bola en la boca del estómago, acuéstese, acuéstese. Mi amigo se acostó, lo hizo como si estuviera en un ataúd, vio gente pasar por la vereda y sintió que lo miraban. Relájase, relájese, Sweet dreams, Sweet dreams, nunca más pesadillas ¿No se siente en el cielo?¿En el paraíso?. Mi amigo separó un poco los brazos del cuerpo, abrió las piernas. Trató de relajarse pero su alma era un infierno. Venga por acá, la mujer lo tomó de la mano. Le voy a mostrar el mejor, ya va a ver, lo llevó a un colchón que era muy ancho y de color turquesa. Este es el king size, súper espumoso, ya lo verá. La mujer se sentó en el colchón y mi amigo vio como empezó a abrir el cierre de una bota primero, se la sacó, después de la otra, se la sacó, y después, mire, mire, mire lo que es esto, Sweet dreams, Sweet dreams, la mujer empezó a saltar en el colchón, reía como una cerdita, saltaba como una nena de jardín de infantes, dando vueltas, gritando Sweet dreams, Sweet dreams, mi amigo sintió que no daba más, hurgó en su bolsillo, con torpeza sacó del blíster un clonazepam sublingual y se lo puso en la boca, gracias, gracias, dijo, creo que volveré en otro momento, venga, venga, venga conmigo, salte, salte, Sweet dreams, Sweet dreams, no, no, gracias, gracias, mi amigo sentía la cara caliente, estaba todo sudado, sentía las manos hechas agua, el corazón se le salía por la boca, empezó a sentirse despersonalizado, que es una sensación horrible según él, la ansiedad era tanto que el clonazepam no hizo efecto, tuvo ganas de gritar, de insultar a la gordita desquiciada, me voy, me voy, dijo, pero señor, no se va a llevar un Sweet dreams, por favor, los mejores colchones del mundo, ¿no me dijo que el suyo ya no da más? Sweet dreams, el resto de su vida sin pesadillas, mi amigo pegó media vuelta y comenzó a caminar rápido, mientras escuchaba a la mujer hablar y hablar como una maquinita Sweet dreams, Sweet dreams, caminó y caminó hacia la puerta y la mujer le gritó: si vuelve me busca, Sweet dreams, los mejores colchones del mundo ¡me llamo Soledad!
Vi en el chat los circulitos de que mi amigo estaba escribiendo una respuesta: LE TENGO TERROR A LA SOLEDAD. Me contó que fue uno de los peores ataques de pánico de su vida. Tal vez había peores soledades que la mía.
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