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UNA DOLOROSA ALTERNATIVA
Alejandro, un joven intelectual y voraz lector, vivía en un pequeño poblado de Estados Unidos rodeado de montañas nevadas.
Como tenía una gran pasión por los libros, poseía una gran biblioteca dentro de su casa.
Sin embargo, un invierno particularmente crudo azotó la comarca, y Alejandro debió ingeniarsela para mantener el calor en su hogar.
Como el frío era intenso y la chimenea no era suficiente para calentar el ambiente y su cuerpo, el joven pensó que en su biblioteca, su mayor tesoro, podría estar la clave para sobrevivir.
Aunque no le agradaba la idea, decidió usar sus libros como combustible y arrojarlos a los leños encendidos para avivar las llamas.
Los comenzó a lanzar, uno a uno, y el fuego crepitaba y chispeaba, desprendiendo un calor bienvenido. Quemar sus libros para paliar el intenso frío era la única, pero dolorosa alternativa que tenía.
La idea parecía absurda, pero lo primordial era mantenerse con vida.
Aún dentro de su prisa recordó que sus libros estaban en los estantes clasificados por temas, así que empezó a quemar los que menos le interesaban conservar.
Los arrojaba uno a uno, y el calor que emanaba era un bálsamo para sus manos y pies helados.
Aunque fueron consumidas primero, las obras menos interesantes, llegó el momento de quemar los volúmenes de Los Clásicos, libros que fueron muy importantes para su formación intelectual.
Alejandro se debatió entre dos emociones: tristeza, por la pérdida de los volúmenes de su colección y también alivio por el calor que le proporcionaba el fuego alimentado por aquellas páginas repletas de entretenimiento y sabiduría.
Mientras quemaba sus libros, Alejandro pensó en la importancia de sobrevivir en un momento de necesidad. Se dio cuenta de que, aunque los libros eran una parte importante de su vida, su bienestar físico era aún más crucial. Los libros los podía comprar de nuevo. Si moría de frío, lo perdía todo.
El fuego de los libros proporcionó un calor intenso, y Alejandro se sintió aliviado. La cálida temperatura le permitió sobrevivir el resto del invierno, y aunque perdió su tesoro se mantuvo saludable y con vida.
Esta historia nos enseña que, en momentos de crisis debemos priorizar nuestra supervivencia y bienestar. Aunque es doloroso renunciar a cosas que amamos, a veces es necesario hacerlo para poder seguir adelante.
La experiencia de Alejandro también nos recuerda la importancia de apreciar lo que tenemos y de emplear nuestro ingenio para buscar formas de superar los desafíos que la vida nos presenta.
Alberto Vásquez.
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Texto agregado el 23-09-2025, y leído por 52
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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25-09-2025 |
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Buenas letras. Pero jamás quemaría mis libros. 5* kone |
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25-09-2025 |
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En su lugar, creo que trataría de abrigarme más, y aunque no se si quemaría mis libros tu cuento puede ser una solución eso depende de cada uno, saludos. ome |
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24-09-2025 |
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es una idea como una vision, alguien quemando sus libros por necesidad....buena idea silpivipiapa |
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24-09-2025 |
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Me quedo con lo de que es una idea poco común. Y para escribir siempre ayudo lo dirente. Te felicito. peco |
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24-09-2025 |
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Ya lo dijo tete, si tenía una GRAN biblioteca, seguro también tenía una gran casa: ¿por qué entoces empezar por quemar los libros y no la madera, las telas, las sillas, los cojines, etc?
Era un chico lector, pero evidentemente, no un chico inteligente.
Aparte de que hay otras maneras de paliar el frío. PATO-GUACALAS |
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23-09-2025 |
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Yo con lo friolenta que soy, quemo todo, colchón cama, mesas, libros, todo, todo. tete |
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