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El Pez que Dormía en mi Cama

(El Pescador y el Visionario)

Salí del trabajo temprano. Todo había salido mejor de lo esperado y pensé: "Una cerveza no estaría mal". En el bar nuevo había lindas chicas, y eso a los ojos y al alma les llena de sueños, aunque duren lo que dura una espuma en el vaso.

Mientras bebía, apareció un hombrecillo. No era tan pequeño, pero caminaba tan despacio que parecía que no llegaría al siguiente paso. Capturó mi atención. Miraba alrededor como si buscara a alguien, pero no a las personas. El ambiente era alegre: chicas hermosas, música ligera, pantallas mostrando paisajes de ensueño. Y sin embargo, mis ojos lo seguían a él.

El mozo, de rayas rojas y sonrisa perfecta, me ofreció otra cerveza. Recordé mis tiempos de juventud y cuerpo atlético. "Está bien, una más", le dije. Sonó una campana de esas de marketing barato y reí. Bebí mientras mis ojos se posaban en una rubia de cabello largo, aunque ella no me miró.

Entonces la pantalla mostró un lago cristalino, rodeado de un sol dorado y un verdor tan intenso que parecía cabellera de gigante. Fue allí que sentí al hombre a mi lado. Miraba esa imagen con ojos de agua. Le dije:
—Hermoso, ¿no?

No contestó al inicio, solo lloró como jarra que se vacía. Luego susurró:
—Sí... así era.

Me contó que era visionario, practicante de la luz y el silencio. Dijo que poco antes había visto ese mismo lago en una visión: y en medio, un pez enorme, cuya cabeza estaba oculta en el fondo, pero cuya cola gris golpeaba con fuerza. Quiso ayudarlo, pero la visión terminó allí.

—No sé por qué —agregó—, pero una fuerza me trajo hasta aquí, a su lado. ¿Quizás usted sea ese pez?

Lo negué con una sonrisa.
—No, señor, soy pescador. Pescador, no pez.

Entonces él me preguntó si podía hablar como los peces. Le respondí con un relato: mi vida entera en el puerto, las madrugadas en la oscuridad del océano, el silencio del mar como vientre de ballena. Le conté que los peces hablan a través de su movimiento, que buscan siempre alimento y que, si yo fuera ese pez, hundiendo la cabeza en el fondo, sería porque tengo hambre de algo más: del silencio que enseña, del mar que escucha.

Cuando terminé, el visionario ya no estaba. Tal vez fue la cerveza, ya iban cinco. Afuera, la noche estaba vacía. Saludé a dos chicas y vinieron conmigo. Subimos a mi cuarto. Pero al abrir la puerta vi sobre la cama un enorme pez dormido. Parpadeé, sacudí la cabeza: solo estaban las chicas. Les pedí que se fueran.

Quedé solo, con la soledad del cielo entero y el canto invisible de los peces dentro de mí. Sonreí y caí rendido.
"Mañana será otro día", pensé. Y dormí como todos los peces que alguna vez pesqué.

Texto agregado el 23-09-2025, y leído por 50 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
24-09-2025 Sí. Es un texto atrapante y de idea poco común. Te felicito. peco
23-09-2025 Excelente cuento que pensé tendría otro final con la ingesta de tanta cerveza;Pero produjo relajación y un buen dormir... Abrazo Victoria (5*) 6236013
23-09-2025 Me gustó mucho, las imágenes que tiraste fueron muy buenas Gullito
23-09-2025 Que historia tan buena. Tiene un tono mágico muy personal. Que increíble manera de mezclar lo cotidiano con lo simbólico y sobre todo, el uso de imágenes potentes como “el silencio del mar como vientre de ballena” o “el verdor tan intenso que parecía cabellera de gigante”, se siente casi de ensueño. Cada escena se siente viva y el final refuerza la identidad del protagonista con una conexión profunda. kone
23-09-2025 Me gustó este cuento, es diferente, saludos. ome
 
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