Mizú, la nueva amiga.
En una mañana calurosa de verano, la Srta. Elizabeth bajaba de su pequeño Morris con paso lento, pero seguro para dirigirse a la inmobiliaria de aquella ciudad.
Al entrar fue recibida por el propietario, un agradable hombre al que llamaban León, aunque su verdadero nombre era Víctor, debido a su abundante melena rubia ensortijada que lo hacía ver como dicho animal, pero que no dejaba por eso de ser un gentil hombre de negocios.
La Srta. Elizabeth, al preguntarle León que la traía por su negocio, contestó que estaba buscando una casita modesta, aunque no muy chica para comprar y que tuviera una especie de barbacoa al fondo donde pudiera reunirse con sus amigos y amigas los fines de semana.
León se presentó como dueño del local y comenzaron las preguntas del caso, como cuánto pensaba gastar, en qué zona, de cuántas habitaciones, si había niños, etc… para tener una idea a lo que ella contestó que no era necesario que fuera muy grande ya que ella era sola, pero que sí le agradaría que tuviera un jardín.
León se puso a pensar y de pronto le dijo que quizá le pudiera interesar una casita que hacía algún tiempo estaba a la venta por el fallecimiento de su dueña y que se vendía a muy bajo precio debido a que la dueña no tenía parientes y nadie reclamaba nada.
La Srta. Elizabeth le dijo que como no creía en milagros desearía saber qué era lo que tenía en realidad esa casa para ser tan barata luego de haber escuchado el precio, a lo que el hombre le dijo que mejor la llevaba a verla, que estaba bastante cerca y que irían en su coche, que dejara el suyo en la puerta de la inmobiliaria ya que por esos lugares no tenían ladrones que quisieran llevárselo.
Así fue que a los pocos minutos llegaron a la casita y pronto Elizabeth se enamoró de ella.
Y al entrar más aún, la casa se vendía con todos sus muebles y accesorios, algo que a ella le venía muy bien porque luego del divorcio había decidido vender sus pertenencias para no tener malos recuerdos, pero aún faltaba ir al fondo y lo que vio le encantó tanto así que no salía de su asombro porque aquello era algo maravilloso, tan grande y con un jardín tan florido que no pudo menos que pensar que algo había que el propietario de la inmobiliaria no le decía.
Cuando de pronto el hombre le dijo que era cierto, que había algo que no le había dicho, pero que ella lo averiguaría de todos modos y mientras hablaban algo o alguien se movió en un rincón del jardín que la asustó y así se lo dijo, pero él al instante comenzó a decir, Mizú, Mizú lo que provocó que una enorme gata gris de ojos amarillos saliera de su rincón y se acercara.
––Aunque no lo crea, este es el gran misterio, la casa debe ser vendida con la gata porque el animal no permite que la saquen y para no lastimarla…. si, supongo que eso le causará problemas, pero debo decirle que en todos estos meses todos los compradores que llegaban a ver la casa, se fueron debido a que la gata no les permitía entrar a su guarida y tuvieran que irse decía León, pero parece que usted, si es que le gustan los gatos debe ser la elegida, ya que logró que la hermosa gata de la antigua propietaria, se le acercara sin espantarla.
La Srta. Elizabeth escuchaba a León sin pronunciar palabra alguna cuando de pronto Mizú pasó su cuerpo entre las piernas de ella y supo que serían grandes amigas.
El trato se cerró y debido a que todo estaba dispuesto en la casa para ser usado, esa misma tarde la ropa y las pertenencias de la nueva dueña fue entregada en su flamante casa y la Srta. Elizabeth luego de acomodarse en la misma, fue hacia la barbacoa a ver si podía darle de comer a su inquilina en un platito que encontró en el fondo y a ponerle agua limpia lo que Mizú agradeció con algo que quizá quiso parecer una sonrisa.
Desde ese día las dos se hicieron muy amigas, Elizabeth le permitía entrar a la casa y Mizú que ya la conocía, subía al antiguo sofá de su anterior dueña para acomodarse y dormir a sus anchas todo lo más posible.
La Srta. Elizabeth pensaba que una persona no puede elegir a un gato, pero que un gato tiene el privilegio de poder elegir a su dueño o dueña en este caso.
Todo marchaba sobre ruedas, Elizabeth comenzó su nueva vida en aquel pueblo al que sus habitantes no permitían que lo llamaran así, era una ciudad para ellos, debido a que ya iban quedando pocas casas porque en su lugar iban levantando pequeños apartamentos de hasta tres pisos.
En la casa todo seguía bien, la nueva propietaria tenía un pasatiempo que Mizú sabía a pesar de ser simplemente una gata y este pasatiempo era el ser una médium que había ayudado a mucha gente, pero que a ella no le había servido en su propia vida y por eso abandonó.
Pero, una tarde algo cambió, unas amigas vinieron a visitarla y Mizú como hubiera sido de esperarse no las atacó, ella sabía que eso no estaba bien, simplemente se sentó sobre su sillón favorito a escuchar la amena charla de las mujeres hasta que de pronto la Srta. Elizabeth les propuso una sesión espiritista a lo que todas le contestaron que estaban de acuerdo, ya las estaban extrañando, antes de la mudanza de su amiga, lo hacían siempre.
Y así fue que todo dispuesto, las amigas se sentaron junto a la redonda mesa del comedor y comenzó la sesión donde todo parecía estar perfecto, pero de pronto la Srta. Elizabeth cerró los ojos y algo pareció apoderarse de su cuerpo que hizo que se contoneara de tal manera que todas las demás mujeres que lo presenciaban se asustaran, aunque nunca dejaran de tomarse las manos, eso sería peligroso. De pronto una voz diferente sonaba en la garganta de la Srta. Elizabeth, alguien quería hablar a través de ella y todas escucharon atentamente.
La voz les decía que aquella casa estaba maldita, que buscaran, aunque nada más dijo y pronto Elizabeth volvía a ser ella misma.
Aquello les pareció demasiado extraño, la médium estaba acostumbrada a que espíritus se posesionaran de su cuerpo para decir lo que querían, pero esta vez le estaba sucediendo a ella misma, la propietaria de la casa y quiso averiguar el misterio que la rodeaba.
Mizú estaba con su pelaje erizado y a punto de salir hacia el patio cuando las mujeres al verla decidieron seguirla. La gata se colocó justo sobre un montículo de arena y tierra y las mujeres pensaron que ahí estaba el problema.
Una de ellas trajo una pala y pronto se pusieron a cavar mientras Mizú las miraba sin apartarse de ellas.
Algo duro no permitía que siguieran cavando y cuando pudieron verlo, todas se paralizaron, un cofre estaba enterrado y más pronto que ligero lo sacaron.
Aquello parecía salido de un cuento de Ali Babá y sus cuarenta ladrones, un cofre apenas cerrado dejaba ver piedras preciosas, alhajas de oro y diamantes con las que se hubiera podido comprar un edificio de diez pisos y sobraría para lo que el que lo tuviera pudiera vivir toda su vida.
La alegría era total, las mujeres llevaron el cofre a la casa y luego de mirar su contenido, pensaron que su dueña, la Srta. Elizabeth, era la mujer más afortunada de la tierra, pero ella al ver todo eso no pudo menos que pensar que no todo lo que reluce es oro y que algo había tras aquello que no estaba bien, por lo pronto comentó que la voz había dicho que la casa estaba maldita y debía averiguar el motivo.
Pusieron el cofre en una caja fuerte que la antigua propietaria tenía en una de las paredes incrustado y cubierto con un cuadro.
Mizú se había encargado mediante maullidos frente al cuadro de enseñárselo a su nueva dueña ya que al estar bajo el cuadro ella ni se había percatado.
Ahí fue a parar el cofre que a pesar de su tamaño entraba perfectamente como si hubiera sido hecho a su medida.
Elizabeth, cuando se hubieron retirado sus amigas decidió investigar por ella misma y lo que descubrió hizo el cambio en el destino de aquel cofre.
A la mañana siguiente la Srta. Elizabeth recibía al señor León en su casa y mostrándole su descubrimiento le pidió que le contara algo acerca de la antigua propietaria de la casa a lo que el hombre no tuvo más remedio que decirle todo lo que sabía.
––Voy a contarle el motivo por el cual la casa estuvo tanto tiempo cerrada al público comprador, esta casa perteneció a una mujer mala que obtuvo todo su dinero estafando a ancianas que mediante engaños les alquilaba una habitación y las cuales a los pocos días desaparecían sin dejar rastro, pero que al no haber sido encontrada ni una prueba ni siquiera de que hubieran existido, nada pudo hacer la policía, aunque siempre se vigilaba la casa, nunca pudieron encontrar nada, las mujeres supuestamente se iban con su valija como habían llegado, los vecinos podían atestiguar de que así era debido a que vigilaban la casa. Cuando una nueva mujer entraba con su valija a los pocos días volvía a irse y si después nadie la volvía a ver no era culpa de la propietaria de la casa.
Se decía que estas ancianas eran muy ricas y no tenían a nadie que las buscara y que mediante engaños eran invitadas a la casa ya que su propietaria las invitaba a ver su colección de cuadros de pintores famosos que tenía y como las mujeres venían de otras ciudades, pasaban unos días en la casa invitadas por su dueña.
Pero esto solo son conjeturas ya que nunca se pudo encontrar ni la más mínima prueba, sólo Mizú, su gata estaba enterada de lo que allí sucedía y como los gatos no hablan…
A los dos días, hombres con palas y elementos propios para mover la tierra, habían desenterrado por lo menos diez cuerpos, algunos de tantos años que hubiera sido imposible saber a quién pertenecían, aunque otros apenas de algunos años que fueron reconocidos mediante el ADN por parientes de personas desaparecidas.
Al fin quedó al descubierto el problema de la casa de la nueva propietaria la que quiso devolver el cofre ya que pertenecía a los parientes de las víctimas, pero ellos no quisieron saber nada de ese cofre y mediante escribanos y abogados, lo donaron a la intendencia municipal la que optó por vender todo su contenido y construir nuevas casas que se venderían a muy bajo precio.
Al fin, resuelto el problema la Srta. Elizabeth supo que había llegado la hora de vender aquellos muebles que habían pertenecido a una mujer malvada y comprar todo nuevo y así se lo comunicó a su más fiel amiga Mizú quien con un ronroneo pensaba que al fin la felicidad se instalaría en la casa, su hogar, junto a su nueva amiga.
Omenia
31/8/2025
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