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La Librería

- ¡Buen fin de semana! - dice don Carlos a sus empleadas.
- Igualmente don Carlos - Dice Mariela - Ya le dejé sobre su escritorio el cierre de la caja… mejor mírelo el lunes.
- Que descanse don Carlos - Dice Daniela - los pedidos de reposición a las editoriales están también sobre su escritorio.
- Gracias chicas - Dice don Carlos con una sonrisa de aprecio - Descansen!... a lo mejor la semana que viene mejoran las ventas.
Carlos Martini se queda solo. La vieja librería, propiedad por generaciones de la familia Martini, queda ahora en silencio.
Don Carlos esta cansado, los años, la irrespetuosa competencia del cine, la TV, y ahora Internet están desangrando poco a poco su negocio. Ya nadie lee, todos se adormecen frente a pantallas de cine, televisión o computadoras, reemplazando la imaginación por historias premasticadas y recocidas para el consumo masivo de imágenes. Los pocos lectores que quedan, “bajan” inmoralmente de Internet “libros” en pdf, y los leen en las pantallas.
El problema de don Carlos no es el dinero, la propiedad de la librería, ubicada estratégicamente, tiene un alto atractivo para el mercado inmobiliario. Ya ha recibido jugosas ofertas por la vieja casona de dos pisos, que le permitirían un holgado pasar por el resto de su vida. Su misma esposa e hijos lo instan a vender, “con lo que te ofrecen nos quedarían tres lujosos departamentos, no tendrías que trabajar mas y viviríamos con mas dinero”. La lógica es inapelable, pero la respuesta de Carlos no es lógica. El ama a los libros. El sabe que el alma de los personajes y sus autores habitan entre las hojas y las tapas de cuero. El, igual que sus antepasados, aprendieron a olerlos e identificarlos entremezclados con el perfume a tinta y papel de imprenta.
- En breve estaré en bancarrota - Suspira don Carlos, hablando consigo mismo - Pronto tendré que tomar una decisión.
Lentamente se dirige a su escritorio, son las ocho y treinta de la noche, los negocios vecinos ya han cerrado, el escritorio esta lleno de papeles, se apresta a sentarse, pero el cansancio lo vence.
- Ya los veré el lunes - dice con tristeza.
Apaga poco a poco las luces en silencio, arrastrando sus pies por el entablonado de madera, algunas tablas crujen lastimeramente a su paso. En la puerta de entrada mira con nostalgia al salón principal de la librería, apaga la luz del candelabro y con un susurro dice en principio a nadie.
- Hasta el lunes...
La puerta se cierra con un chillido agudo de bisagras sin aceite y el ruido de los cerrojos deja a la casona en silencio.

El tiempo transcurre lentamente, de pronto el viejo reloj del salón da diez campanadas.

Un olor a tabaco de pipa inunda el ambiente.
- ¿Sherlock?, ¿Escuchasteis lo que dijo don Carlos?
- Claro Watson - Dice el señor Holmes dando una bocanada a su pipa - Tenemos un caso de difícil solución mi querido Watson.
Sir Arthur Conan Doyle se acerca a ambos y estrecha ceremoniosamente sus manos. Ha escuchado el final de la conversación y se sienta junto a ambos meditando en silencio.
Poco a poco la sala se va llenando, Shakespeare discute en un rincón con Hamlet en términos lúgubres, “es la muerte, el fin de la vida”. Ray Bradbury conversa animadamente con su amigo Edgar Allan Poe. Mas allá caminando lentamente con su bastón Jorge Luis Borges recorre los pasillos meditando en silencio. Están todos, Don Miguel de Cervantes, George Orwell, Ernest Hemingway con su sombrero, George Bernard Shaw observa curioso a una florista de nombre Eliza. Por aquí Ruiz Zafón, Por allá Tolkien hablando con Gandalf, rodeado de elfos y hobbits, J.K. Rowling con Harry Potter, Ron y Hermione. Robin Hood caminando junto a un desconocido vestido con ropas medievales. Herman Mellville, discute animadamente con un lúgubre señor armado con un arpón, a su lado Aldous Huxley pareciera intentar convencer a un joven indígena de algo. En la cacofonía de susurros todos se entienden y todos hablan de una sola cosa. Su hogar.
Solo un joven de nombre Daniel Sempere parece ser el único sereno en la sala.
- ¡Oye! - Le dice Sócrates – ¿No te preocupa la situación?
- No - replica Sempere con una sonrisa - Ya he pasado por esto.
- ¡Aha! - Dice Sherlock levantándose de su sillón - Aquí tenemos a un joven que parece saber mas de lo que dice, ¿Por qué no nos ilumina con sus conocimientos?
El joven Sempere sonríe enigmáticamente y responde.
- Estimado Mr. Holmes, esta situación, no la resolverá ni su capacidad deductiva ni la de la señora Aghata Crhistie aquí presente, tampoco lo logrará la magia de Gandalf o la del joven Potter, ni la fuerza de Aquiles, ni el arpón del Capitán Ahab, ni la ciencia de Arthur Clark. La filosofía de Platón, el entusiasmo de Bradbury, el tesón de Hemingway o la imaginación de Isaac Asimov, tampoco lograrán nada. La respuesta está en otro lado.
Solo Carlos Zafón sonríe misteriosamente, Santo Tomas de Aquino eleva su vista al cielo en un presentimiento. Todos quedan en silencio meditando.
Impulsivamente John Long Silver, arrastrando ágilmente su pata de palo arremete amenazadoramente contra Sempere blandiendo un trabuco.
- ¡Bien jovencito!, ¿tendrá la amabilidad de decirnos como se resuelve el dilema o tendré que arrojarlo por la borda a los tiburones?
En el fondo del salón Ian Fleming, tose para llamar la atención mientras el agente 007 vestido con un impecable smoking y una Walter ppk en su mano apunta a la cabeza del pirata diciéndole:
- Estimado Mr. Silver, le aconsejo por su salud no aproximarse más al muchacho…
- ¡En esta gesta noble y justiciera pelearé a su lado Señor Bond! - Dice don Quijote con su lanza en la mano.
Legolas y Robin Hood silenciosamente han sacado velozmente sendas flechas de sus carcajes y apuntan a Long John con sus arcos tensos. Encaramados sobre las estanterías de libros una docena de elfos del bosque y otros tantos arqueros de Sherwood apuntan serenos con sus arcos tensos.
El bucanero retrocede temeroso unos pasos.
Daniel les sonríe a todos y mirando al hombre con la pata de palo le dice:
- Espere y ya lo verá.
Todos miran unos minutos fijamente a Sempere que se levanta de su silla y comienza mecánicamente a quitar el polvo a los libros de las estanterías.
Un conejo con levita y un reloj de bolsillo en la mano corre por los pasillos gritando “ya es tarde, ya es tarde”. Alicia lo mira sorprendida.
La noche y el fin de semana transcurren tristes y lluviosos. En el interior de la librería todos hablan o meditan, escudriñando cada tanto con la mirada al joven Daniel.
Gabriel Garcia Marquez mira caer la lluvia por la ventana junto al coronel Aureliano Buendía.
Dave Bowman consulta a la supercomputadora Hal 9000 a bordo de la Discovery. La misma le replica “lo lamento Dave, no tengo respuesta a su pregunta…”.
Robert Langdon y Dan Brown recorren febrilmente la biblioteca buscando información.
El domingo llega lentamente a su fin, los nervios finalmente se apoderan de todos, luego de reunirse toman una decisión y salen a buscar al joven.
Daniel esta con su padre acomodando libros desde un carrito. Sube las escaleras, baja unos viejos tomos de la Enciclopedia Británica, los limpia y los vuelve a acomodar.
Es el griego Esopo en nombre de todos, quien carraspea y dice:
- ¿Joven Daniel, cual es el secreto de tu tranquilidad ante esta grave amenaza?
Daniel mira a su padre y este le sonríe asintiendo.
Daniel, mira lentamente a todos, guiña a su padre y a su mentor, Carlos Zafón y les dice.
- Simplemente fe.
- ¿Fe? - Exclaman Carl Marx y Carl Sagan al unísono.
Tolstoi, y Neruda se miran inquietos.
- Si, Fe. Créanme, mientras existan libros habrá lectores. La lectura es el alimento del alma, es como el aire que respiramos para nuestras vidas. ¡Tengan fe!, Los libros nunca desaparecerán… y mi fe me dice que nuestro hogar tampoco.
Santo Tomas sonríe emocionado, unas lágrimas corren por sus mejillas.


El lunes por la mañana don Carlos abre la librería como todos los días a las siete y media. Mariela y Daniela ya esperan frente a la puerta. El fin de semana ha sido particularmente difícil. Su familia ha embestido nuevamente. Carlos les ha prometido que para la noche tendrá una respuesta definitiva sobre el destino de la librería.
Un niño parado frente a la vidriera llama la atención del dueño.
El jovencito espera pacientemente que don Carlos abra el negocio y entra en silencio respetuoso a la librería.
Carlos Martini lo mira con curiosidad, no debe tener más de doce años, delgado, cabello castaño y gafas.
- ¿En que lo puedo ayudar joven?
El niño aclara su voz y con temor dice:
- Quiero empezar a leer y me hablaron de su librería. ¿Me podría recomendar algún libro?
- ¡Claro Joven!, por favor sígame…
El joven de mirada inquieta e inteligente balbucea siguiendo unos pasos por detrás al dueño “…con unos amigos queremos formar un club de lectores…”
Carlos camina adelante con la vista al frente, no quiere mostrarle al niño que esta llorando. “Nunca, nunca jamás dejaré esta librería” murmura para si. Sin volver su rostro le pregunta.
- ¿Y porque quieres leer?
El niño demora su respuesta y bajando la vista con timidez confiesa.
- Porque creo firmemente que los libros son el alimento del alma.

En un rincón del salón Daniel Sempere, solo visible a los ojos del alma, sonríe emocionado junto a su padre.
Atrás de ellos, Saint Exupery suspira conmovido mirando al jovencito y exclama “¿Vieron?... se parece a mi Principito...”.

Texto agregado el 07-09-2025, y leído por 36 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-09-2025 Solo te diré que uno de mis nietos me dijo una vez que por nada cambiaría el olor y el pasar una a una las páginas de un libro por una Tablet quizá con este comentario te diga todo. Saludos. ome
08-09-2025 El texto es una emotiva defensa de los libros y la lectura, planteada a través de un relato creativo que mezcla lo real con lo fantástico. Su punto fuerte es la imaginería literaria y la aparición de autores y personajes célebres que refuerzan la idea de que el alma de los libros sigue viva. Sin embargo, a veces abusa del exceso de nombres y referencias, lo que dispersa el ritmo narrativo y diluye la potencia del mensaje final. Saludos. jovauri
08-09-2025 Muchos de los mejores momentos que recuerdo están asociados a un libro: cuando leí por primera vez Guerra y Paz, El Nombre de la Rosa, El Largo Adiós, El cuarteto de Alejandría, Moby Dick, Cien años de soledad, El siglo de las luces, y un largo etcétera. Y todo está asociado al olor del papel, a la textura de las hojas, a la tipografía. Así que entiendo ese apego vital a los libros. Gatocteles
07-09-2025 Saint Exupery que escribió su Principito acá en mi país, y su esposa salvadoreña han dejado de lado sus celulares para preguntarme si todavía me quedan estrellas. Querían doscientas. Lo lamento, solo me quedan ciento ochenta les digo. Las compran todas y van corriendo a dejarlas en tus textos. Ya veré donde consigo mas, porque estos personajes no me pueden ganar en reconocer tu exorbitante talento, imaginación y experticia. XZEPOL
 
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