Piénselo bien, Oscar
Eran esos días tediosos, esos que al menos una vez al mes aparecen. Era resultado de la decisión de no hacer las cosas en su momento, a tiempo, con la excusa de que siempre hay algo más importante que hacer. Que cómodo cuando en su ronda matinal por las oficinas se encuentra con otros en iguales condiciones. Es ahí cuando el gerente administrativos, disfrazado de gerente personal, esta vez no para organizar las fiestas navideñas, sino que para aprovechar en descargar su malestar al primero que le responde con alguna excusa por no haber terminado esas tareas administrativas, que al fin y al cabo nadie quiere hacerlas, pero que si son necesarias para cumplir con el exigente papeleo administrativo de los proyectos, y, por lo cual él, como Gerente administrativo es responsable. Los reprocha que él se atrasa y repite siempre la misma frase.
- Más vale dedicar quince minutos en aquello que no estar semanas lamentándose por no haberlo hecho.
Pero contestan cualquier tontera.
Es ahí cuando el gerente administrativo entra en cólera. Más si el que se le cruza es el veinteañero hijo de su socio, que se jacta de ser inteligente, y que es el campeón de dejar las cosas pendientes.
- Si el Lunes no hubieras estado apilando las cajas de bebidas, como un niño cuando pasa el camión de los helados, y hubieras llenado la agenda de la semana pasada, tendrías tiempo ahora, incluso para ordenar tu escritorio.
Indicando con un movimiento de cejas la rumas de papeles acumulados en ambas esquinas del escritorio.
Al volver a su escritorio se prepara a realizar lo propio. También tiene un par de rumas de papeles pendientes.
A los quince minutos aparece una de las secretarias a pedirle unos minutos para conversar unas palabritas con él.
No responde nada. Solo deja el lápiz sobre la mesa y señala el asiento, al frente de su escritorio. Se preparaba para lo típico, un cambio de oficina, vacaciones anticipadas, y puso cara de imposible, cualquier cosa que me pida, es un no.
La niña comenzó a preparar el escenario dejando claro, como primer punto, que ella entendía muy bien las normas que rigen en la empresa. Como segundo punto resaltó que todo el buen ambiente era gracias a él. Y el tercer punto, con frases más larga, era que a pesar que se resistió ya no daba más, porque se encontraba que estaba en falta, así que dijo
- Ponerme colorada de una vez que andar rosada todo el tiempo.
El gerente con más de treinta años en esto, comenzó a evaluar el posible reemplazo porque lo que se venía no era más que otra petición de aumento de sueldo o sino renunciaba.
- Quiero comunicarle que actualmente estoy emparejada con Oscar. Como no quiero que circulen rumores y lleguen torcidamente a su oído me atreví a comunicárselo oficialmente.
El gerente estalló en risa. Ella también se sumó y ambos reían descontroladamente.
Ya entrando en razón, el no encontraba todavía su rol exacto en estas circunstancia. ¿Qué hago? Quién soy yo para decirle algo, negarme por ejemplo. Si ni mis hijas me pidieron autorización para emparejarse. Y si la felicito, peor, se supone que en una empresa esas cosas no pasan. Son temas absolutamente personales. Si fuera un tío a lo mejor cabe felicitarla.
En eso estaba, acomodándose mientras decidía que decir, ella miró hacia la puerta y dijo
- Pasa, ya le dije.
Oscar entró.
- Buenos días. - Aun no se habían saludado.
Quedó de pie detrás de ella, con ambos brazos sobre sus hombros y ella tomó sus ambas manos.
Esta vez no se río, porque de inmediato se le vino a la memoria que este Oscar, porfiado y flojo, como ya lo había tachado, fue el que perdió el vuelo a Antofagasta, pagando un recargo considerable para que la hagan un cupo en el avión siguiente, que por su culpa la reunión a la cual iba se postergó, y que el proyecto tuvo un retraso y perjuicio económico considerable.
Oscar continuó y solemnemente comunicó que pretendían casarse. Que ya tenían fecha. Será en diciembre.
El gerente río.
- O sea, no es que quieran casarse, sino que ya tiene fecha.
EL gerente consideró que era buen momento para hacerse el simpático y no se le ocurrió nada mejor que considerar que lo que estaban planeando era absolutamente apresurado.
- ¿Para qué? Si nadie los apura.
Y continuó con un largo sermoneo que de todas maneras se están amarrando. Conózcanse bien. Por último junte plata y viajen. Después de casado se van a dar cuenta que ya no será fácil. Y continuó narrando su propia experiencia. Se casó joven, postergó estudios, y definitiva no lo pasó bien. Y todo por actuar apresurado.
Incluso cuando se estaban retirando no se contuvo y como de despedida dijo:
- Piénselo bien.-
A la semana siguiente, esta niña se acercó nuevamente a la oficina del gerente y le comunicó que estaba embarazada, Que trabajaría hasta el pre natal y que inmediatamente después del término del post natal, renunciaría. El solo opinó que la decisión de la renuncia queda pendiente. Todavía falta.
- No. renunciaré de todas maneras.
Sin tiempo para armar el puzle, al cabo de pocos días se acercó Oscar a agradecerle por ser tan oportuno y que gracias a sus sabios consejos decidió no casarse. Eso de no amarrarse, seguir siendo libre y viajar me hizo pensar, así que no, no me caso. Me salvé.
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