No podemos separar nuestra identidad de nuestro entorno, somos un universo en construcción. Cada interacción, cada persona que conocemos nos condiciona y vive dentro de nosotros: contenemos multitudes.

Si lo pensamos nuestra contabilidad puede ser un resumen de nuestras vidas una relación de números que capturan todas nuestras decisiones, porqué la realidad no se puede ocultar: las matemáticas nunca mienten.

Pero realmente somos sólo un set de ecuaciones?
Una matriz de números correlacionados?
Los números nos definen si, pero somos un ritmo en constante transmutación , un flujo que se transforma. Se va construyendo poco a poco, puede llegar a ser repetitivo, pero lo más importante es la entrada de nuevos elementos en nuestros caminos, que crean esas nuevas tonalidades, esas variaciones. Tal vez esa persona que te dejo sin aliento, ese anuncio que viste y que te motivó hacia un nuevo rumbo construyeron tu melodía.

Pero como todo, sabemos que tiene su fin. El problema no es el fin, lo más difícil es la espera.
Y sin embargo eso no lo hace carente de sentido, todo lo contrario, nos hace ver que el verdadero valor está en esa espera y que haces con ella. Cuando sabes que eres finito, la espera es una oportunidad, es la magia de vivir.