Aunque retenida en el tiempo la memoria es esa aliada
ese mejor antídoto atemporal para un presente ingrato,
recuerdo del pasado que no es la promesa del futuro,
la salvaguarda viva en la retaguardia de la consciencia,
distancia que es el socorro para nuestra inestebilidad.
Pero cuáles son las garantías de nuestros recuerdos?
qué veracidad hay en en esa otra verdad transliterada,
de aquel tiempo que no pasó indemne por el tiempo,
de esa certeza que hoy nos ha de iluminar el presente,
que se proclama como precisa y más exacta narración
Memorias en un selectivo olvido para el mejor postor,
arreglo disciplinado de nuestra necesaria alternativa,
entre ese pasado amañado que alimenta el presente,
presente que busca su redención en el utópico futuro,
cuando todo los tiempos conspiran contra el destino.
Los años fugados son los mismos que no vuelven más,
el recuerdo es el más gentil del aviso provisorio judicial
sentencia a cumplir con el total derecho a emulentos,
de derechos nunca se viven sin deberes no cumplidos,
los extremos de la memoria de un pasado resistente.
Yo nunca viví la vida de los que vivieron su propia vida,
viví la mía y la viví; la viví sin saber que no era solo mía,
vida que era mi insconsciente rebeldia compartida
mi grito disonante en una consciencia inconsecuente,
en la revelación de un tiempo que ahora no me reconoce.
JIJCL, 6 de septiembre de 2025. |