Deseo cumplido.

Mateo lo sabía muy bien, nada volvería a ser como antes, desde que Lucía, cansada de la indiferencia y del desamor se había marchado, ya no había retorno.
Su madre se había puesto de parte de ella, increíble, pensaba Mateo sin darse cuenta de que era más que creíble el defender lo justo y no a su hijo cuando sabía que era el culpable de haber destrozado una familia más de una vez.
Pero, no fue sólo su madre quien le mostraba lo mal que se había portado, sino que ni sus amigos se acercaban como antes. Los domingos el día que más extrañaba, las reuniones en su casa o en casa de alguno de ellos, los partidos de fútbol, el jugar a las cartas por monedas para pasar el rato o simplemente una charla entre todos, ya nada sería igual.
Patricia también lo había dejado, fue su amante por algún tiempo mientras duró el vil metal, pero ya nada quedaba que le interesara y también se fue, sin que Lucía sospechara nada, pero en esta vida, todo se sabe y al fin le tocó el turno de perder.
No es que quisiera a Patricia, pero ella le llenaba de cosas que Lucía no podía porque todo hubiera terminado antes, una esposa debe estar siempre dispuesta, aunque los hijos, la casa y el trabajo la dejaran cansada y Patricia siempre lo estaba, aunque a veces a él todo le parecía mecánico, los años iban pasando no solo para su esposa, su amante también envejecía y los arreglos los tenía que pagar él. Los cirujanos plásticos no son baratos y aunque poco duraba el arreglo, salir con una mujer siempre arreglada le levantaba el ego, se sentía poderoso y ese mismo poder lo hundió. Lucía al enterarse del engaño no dijo nada, ni un reproche hasta que un día recogió sus pertenencias y se marchó con sus pequeños hijos lo más lejos que pudo.
Eso enfureció a Mateo que aun sabiendo lo que había hecho, pensaba que tenía el derecho y salió a buscarla. Esa noche recorrió la casa de cada uno de sus amigos, pero nada, nadie le abría ni siquiera la puerta, se encontró solo y en su desesperación invocó algo que quizá nunca imaginó que pudiera existir, aquel ser que mucho se le parecía, aunque él no lo supiera.
Al volver a su casa y encontrarla vacía y en silencio, pidió justicia para él, no se merecía estar solo, eso no lo podía soportar entonces aquella misma noche al apagar las luces de la casa una sombra oscura se le apareció.
Mateo enmudeció, aquello no era humano, aquel ser era malévolo lo intuía y recordando que él mismo lo había invocado, quiso hacerle frente preguntando qué debería hacer ya que supuestamente él venía a ayudarlo.
El innombrable le dijo que lo había llamado y estaba junto a él, aunque jamás pensó que un ser tan poca cosa se atreviera a nombrarlo por alguno de sus tantos nombres.
Mateo envalentonado debido a varias botellas vacías, le dijo que esperaba que con su infinito poder hiciera que todo cambiara a lo que el ser le respondió que, si eso era lo que quería verdaderamente, por una vez iba a cumplir un deseo a un humano.
Al día siguiente, Mateo se despierta y lo primero que ve es a Lucía, muy cambiada, vestida elegantemente y maquillada para salir. Mateo no entendía nada, ni siquiera sabía qué había ocurrido la noche anterior, pero se quedó en silencio escuchando a su mujer que le decía que todo lo que tenía que hacer se lo dejaba escrito, que llevara a los niños al colegio, pusiera la ropa a lavar, preparara la comida y que para cuando a las diecisiete horas volviera, la casa estuviera limpia porque sus amigas iban a venir a tomar el té.
Mateo al oír todo aquello que le parecía imposible estar escuchando, corrió a un lugar oscuro donde nadie iba, el sótano e invocó otra vez al que antes había pedido que le cambiara la vida y la respuesta no tardó en llegar, aquel ser sin piedad le contestó que no entendía el motivo por el cual se quejaba, pues no había hecho más que cumplir sus deseos, le había cambiado la vida y con una risa cruel desapareció para no volver.
Omenia
27/8/202