Es un misterio saber de ti Federico. Te veo en carne y hueso, te miro de frente, compuesto y aportando la parte que te corresponde. La música satura la atmósfera y tú la acompañas, deslizándote de un lado a otro sin esfuerzo. Quizá, a veces, llevando tú la batuta, y el resto siguiendo las pautas que vas dando. El chelo te escuda y tus manos, como emisarios, transcriben el humor de tu alma.

Yo ya lo he visto antes y, aunque esquivo, el destello delatador de tu semblante revela tu ánimo partido.

Solo Dios sabe por qué diablos los avatares de la vida escarmientan desde temprano el brío primigenio de los hombres.

Congelada, en el tiempo detenido, observo tu mirada que grita ¡desengaño!