La reunión duró hasta pasadas las 4 de la madrugada. Segundo y Soledad preferían continuar hasta terminar, mientras Joaquín y Noni estaban agotados, lo mismo que yo. Decidimos descansar un par de horas y retomar la discusión más tarde para decidir cuándo partir.

El rancio de los cigarrillos, el amargo del ron tempranero y la voz estridente de Soledad cobraron la cuenta y caí agotado, mas no pude conciliar el sueño. El cansancio era tal que mi cuerpo cimbraba al tiempo que mi mente, consciente de ello, entraba y salía de entre un enjambre de sueños raros e inconexos, y el dolor que nos convocaba.

Un grito me arrancó del enésimo sueño. Me alcé lento y pesado y me dirigí a tropezones hacia la mesa del comedor. Súbitamente desvanecí, ligero, libre de peso, como una hoja en otoño. Pude haber golpeado algo con la cabeza, pero no lo sentí.

Fueron los colores: el rojo jaspeado como el mármol, el fucsia con contornos pálidos y finalmente un hermoso blanco diáfano que, en ocasiones, deja traslucir la dulce cara de Alexandra y a veces la de Tomás cuando era bebé. Hermosos y amorosos. Mi corazón se llena de alegría. Yo los llamo y ellos vienen. Pero a veces no… y entonces divago.

Diez mil ocurrencias distintas, a veces forzadas y a veces simplemente emanan como el agua de la roca: protagonista de una hazaña, una respuesta aguda a la pregunta de un reportero, imaginando la sensación del roce del agua al nadar o el deleite de la fragancia de una fruta madura o el de la tierra mojada después de un aguacero…, lo sublime del Dueto de las Flores… Ay Ale… el roce de tu mano en mi cara.

Recuerdo que al inicio, cuando tuve miedo, me negué a aceptarlo y me remecía fuera de control. Maldecía enfurecido a todo el que se me pasara por la mente o apareciera en mi telón diáfano improvisado y nuevo teatro de acción de mi maldita vida.

Pensé en hablar con “Él”… muy bien… lo hice. Pedí a gritos que me sacara de aquí, que me diera una oportunidad más, que sería cuidadoso en el futuro, que tenía muchas cosas por terminar y que por nada del mundo dejara a mis seres amados desamparados. ¡Por favor, que no queden desamparados!

Pero fue un monólogo. Me indigné conmigo mismo y grité, cómo puedes ser tan inconsecuente, tan iluso, tan débil. ¿Cómo puede ser?

Como todo, la ira y las emociones dan paso a la calma, como las tormentas en el mar, y son reemplazadas… bueno… en mi caso, por otros monólogos.

Al final de cuentas, lo que importa es copar el tiempo, hacer bulla y llenar este espacio hasta el cansancio, hasta que duela, hasta apagarme por un momento, hasta… ¿mañana?... no tengo idea, hasta después y ya.

Un analema es en astronomía, una curva que el sol va paulatinamente dibujando en su recorrido por el cielo a lo largo de un año si se le observa a la misma hora y desde el mismo lugar. La figura que describe se parece a un número ocho en posición diagonal al horizonte.
¿Cuántos analemas ha dibujado el sol? No lo sé. Sé que ha pasado mucho tiempo.


Nota: El coma se define como un estado prolongado de inconsciencia, durante el cual el paciente no puede despertarse, falla a la hora de responder a estímulos básicos (luz, dolor, sonido), no presenta un ciclo de sueño-vigilia normal y es incapaz de iniciar o llevar a cabo acciones voluntarias.