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LAS CARTAS PERDIDAS

​Fue temprano en enero de 1998, cuando Nenita Villafañe encontró, en la cuneta frente a la casa de sus bisabuelos, aquellas cartas que contaban una de las historias de amor de su pequeño pueblo. Ella estaba reconstruyendo la icónica casona familiar de la calle principal del pueblo de Moca. Conocía parte de la historia de aquel intercambio epistolar debido a que su tía abuela le había narrado la historia una de aquellas tardes en que la fue a visitar al centro de envejecientes. Nunca pensó, que años después, ya fallecida la tía, se iba a topar con parte de ese tesoro que contaba tan desdichado amor.
​Recogió las cartas húmedas. La tinta semi corrida no dejaba leer todo el texto. Sin embargo, aún mantenía fresca en su memoria la historia que su tía abuela había narrado. Procedió a leer las cartas y transcribir en su máquina de escribir lo que era legible; y agregó el resto, según el recuerdo de su tía abuela.


17 de Julio de 1944

Mi muy querida Oria:
​Espero que al recibo de esta te encuentres bien. Hace una semana que salí de la Moca y aún los extraño.
​La ausencia de nuestros paseos dominicales luego de misa me condena en esta barraca solitaria. Me transporto a ti y siento el fresco viento que se desplaza por la calle y revuelve tus brillantes rizos que rozan tus mejillas. Tu perfume cítrico en tu cuello esbelto. Recuerdo como ruborizas ante el toque etéreo de la brisa y mi mano sobre tu vientre; al gigantesco ficus de la plaza que extendió sus anchos brazos para disimular tu cuerpo junto al mio escondidos como adornos entre sus ramas.
​Te cuento que, al llegar, nos asignaron a estas largas barracas donde cabe el pelotón. Dormimos vigilados por el Sargento Primero. Estos primeros días los hemos pasado en entrenamiento físico. Se comenta que nos trasladarán a Ramey para adiestrarnos en el uso de artillería de costa. Esto me llena de alegría porque estaré cerca de ti.
Hasta el momento me va muy bien. Sin embargo, me pidieron que espíe a un soldado raso que es nacionalista. Esto me causa mucho enojo. Veré como me libero de esta nefanda encomienda.
Ha llegado el jefe del pelotón y anuncia que apagará las luces. Te escribo tan pronto pueda.
Te quiere,
Balbo
PD- Todas las noches tengo la sensación de que alguien me besa. Espero que seas tú, que mientras duermes me envías tu cariño.

24 de julio de 1944

Mi Balbino:
Hace unas semanas que te fuiste y aun recuerdo el último beso que nos dimos escondidos de papá.
No he recibido cartas tuyas, aunque prometiste escribirme todos los días. Te encontrarás muy ocupado en tus asuntos para no haber escrito. No tengo duda de que tu cariño es sincero y que algo te pasa para no cumplir tu palabra.
Todas las noches antes de acostarme te imagino sereno en tu habitación y me deslizo contigo y te beso. Sueño tu cuerpo esbelto junto al mío; los hermosos ojos verdes que me iluminan; tu cuerpo tembloroso ante mis besos. Te beso con ansiedad con la única ilusión que cuando duermas sientas que te besé y no te olvides de mí.
Espero con ansias recibir tus cartas y conocer como te encuentras,
Siempre tuya,
Ori
PD- Revisó todos los días el buzón de la casa cuando llega el cartero en espera de recibir tus cartas. Te voy a escribir todas las semanas para que no te olvides de mi. Tan pronto papá baje le entrego la carta para que se la de al cartero.

24 de julio de 1944
Querida Ori:
​No sabes cuánto te extraño. Todas las mañanas tu bello rostro se dibuja sobre mi espejo. Me asusta tu ausencia, pero a la vez me reconforta.
​Continúo ejercitándome todos los días. La fortaleza física es importante para los soldados. Tengo la gran suerte de contar con Joffre, amigo querido de Moca, que me hace más liviana tu ausencia.
​Confirmo que pronto me trasladan para Ramey. En cada pase que me otorguen podré ir a verte.
​Te pregunto: ¿Por qué no me escribes? ¿A caso tu padre lo prohibe? Hasta los criminales más grandes reciben cartas de sus amores para disipar el dolor que provocará su ejecución.
​Por favor, escribe. ¿Cuéntame qué pasa en La Moca? ¿Cómo te encuentras? ¿Tienes otro amor?
​Perdona los reproches. Me desespera no saber de tí. Me reconforta que aún mientras duermo siento que alguien me besa. Tienes que ser tu que envías tu amor a través del viento.
​Ansioso de recibir tus cartas,
​Quedo,
​Balbino


26 de julio de 1944

Balbino:
​Como extraño escuchar tu voz. El tono jocoso que usas para enfrentar las dificultades de la vida. Ayer me encontré con Pito. Me pregunta por ti. ¿Cómo estás? Por favor escribe. Si no te interesa escribirme porque te duele la ausencia, al menos escribe para que tus amigos sepan de ti.
​Te quiere,
​Ori


7 de enero de 1945

Balbi:
​No puedo entender el desplante que me haces al no escribirme. Ha pasado casi un año y no recibo noticias de tuyas. El juramento que hiciste ante el altar mayor frente a la virgen de la Monserrate parece que lo echaste al olvido. Pero no puedo olvidarte…
​Ayer fue el día de Reyes y todos contaban que la fiesta no era lo mismo sin tí. Tu rostro enmascarado de rey mago, montado a caballo y con guitarra en mano cantando aguinaldos. La cabalgata que siempre encabezas quedó deslucida sin tu presencia.
​Este silencio que me mata, tu ausencia en la cabalgata que siempre acababa ante el patio de casa. Papá recibiéndolos con el lechón en vara, los nísperos del patio y abundantes viandas para que comieran y se les bajaran los tragos. Hasta papá te extrañó. Parece que para él eres bueno para la fiesta, pero no para que me pretendas.
​Me agota esta espera que me consume. No sé si podré continuar amargando mi existencia escribiendo estas cartas que parecen perdidas.
​¡Por favor, escribe!
​La que siempre te ama,
Oria


14 de febrero de 1945

​Ori:
​Ayer celebraron en el campamento el día de los enamorados. Parece un absurdo que, en el medio de la guerra estemos celebrando el amor. Todos leyeron en público las cartas de sus novias. Yo entristecido por no tener nada que leer, caminé solo hasta uno de los puestos de la batería de cañones ubicada aquí, en Punda, Curacao.
Las playas de este lugar me acuerdan las de la Parguera. Este mar Caribe que a todos nos baña con su intenso azul me ha hecho pensar en tus bellos ojos; la arena en tu claro rostro. No puedo separar esta imagen tuya de mi memoria.
​Sigo escribiendo todas las semanas como te prometí con la ilusión de recibir respuesta. Escríbeme, aunque sea para desgarrarme el alma con la noticia de que tienes a otro. Mejor el zarpazo de tu desprecio que esta agonía de la incertidumbre.
​En espera de tu pronta respuesta,
Balbo

​Decenas de cartas se enviaron mutuamente. Ninguna de ellas recibió respuesta. Fue un intercambio epistolar interceptado, sin consecuencias; cartas perdidas que sucumbieron ante el tiempo y el olvido en un cajón en el ático de la vieja casa de la calle principal.
​Mr. Martínez, como se le conocía, era el Capitán del la Policía Insular del pueblo. Era un hombre alto y fornido. Su entrenamiento policiaco lo recibió de la Policía Militar que llegó a principios de siglo. Aunque amable, era muy estricto en asuntos de familia. `
​El Capitán se reunía todos los días con Cayito, el padre de Balbino, quien a la sazón era el alcalde del pueblo. Repasaban las incidencias policiales del día anterior y los asuntos de seguridad pública. Ambos se conocían desde hace mucho tiempo y se tenían confianza mutua.
​La primera ocasión que Balbino llegó a casa de Oria para llevar una serenata, Mr. Martínez no le permitió salir al balcón de la casa. La serenata le confirmó lo que se decía de Balbino: era un bohemio bebedor. Sus acompañantes eran la crema y nata de la bebelata y el desorden. Entrados en copas cantaron desafinados hasta el amanezca bebiendo ron Bocachica entre cada canción.
​Así que, al final de la reunión, Mr. Martínez le comentó a Cayito el incidente de la noche anterior con Balbino y sus muchachos. Como padre, le solicitó a su amigo que interviniera para evitar que Oria y Balbino siguieran viéndose. El Capitán sabía que la petición era audaz y que podría poner en peligro la relación de padre e hijo.
​—Cayito, --titubeó-- tengo que pedirte un favor, dijo mirándole seriamente.
—Juan, por favor. ¿De qué se trata?, respondió prestando atención a lo que su amigo quería solicitar.
—Tu sabes lo mucho que quiero a Balbino— siguió mientras Juan colocaba el libro de novedades sobre la mesa. —Pero anoche llegó borracho, acompañado de Pito y Nelín, a llevarle una serenata a Oria. Eran las tres de la madrugada. Llegaron cantando y entre canto y canto un “palo” de ron— continuó el Capitán, mientras subía el tono de su voz. —¡Habráse visto semejante falta de respeto! Claro que Higinia y yo no le permitimos a Oria salir al balcón. Pero es evidente que ella se muere por él, afirmó de manera contundente para luego suplicar —Por favor Cayito, necesito que controles a tu hijo y le pidas que no siga cortejando a la mía.
​Cayito sonrió. La petición venía de un padre desesperado y rabioso. Qué podía hacer si los muchachos se querían. Él, que sabía de amores prohibidos. A pesar de lo anterior, no podía defraudar a su amigo que nunca le pidió un favor. Balbino fracasó en el Colegio por darse a la bebida y la buena vida. El Capitán podía tener razón en que, en ese momento, su hijo, no era un buen partido para Oria. Así que le dijo:
—Capitán, la petición que me hace es una difícil de complacer. Pero reconozco sus méritos. Balbino no atraviesa por su mejor momento y necesita disciplina, dijo condescendientemente, mientras llamaba al Secretario Municipal.
—Áureo por favor, puede venir a mi despacho— gritó.
—Dígame Alcalde. — dijo Áureo mientras entraba por la estrecha puerta.
—Ve al correo y dile a Egipciaco que lo quiero ver de inmediato. —Ordenó con la frente fruncida.
​El Capitán, confundido, le hizo señas a su amigo para que explicara. Cayito, sagaz en la política, en los negocios y en el amor, le informó del plan que urdió mientras lo escuchaba.
—Mira Capitán. Los muchachos se quieren. Va a ser difícil que podamos evitar que se vean. Tenemos que aprovechar que en pocas semanas Balbino va para el ejercito y dejarán de verse. Se que se escribirán para mantenerse en comunicación. Como Egipciaco es el Post Master está obligado a entregar las cartas a su destino, a tu casa. Así que las cartas que lleguen de Balbino te las entregará a ti. — Sonrió pícaramente.
—¿Y, las que escriba Oria, qué haremos con ellas? —preguntó Juan.
—Esas son tu problema Capitán, tu problema. —riendo sarcásticamente. —No hay mejor remedio para el amor que el olvido…—acabó diciendo Cayito.
Balbino partió para el ejército. Semanalmente escribía a Oria. Primero con un amor desconsolado; luego con desesperación. Se encontraba apesadumbrado; con dolor por no recibir respuesta a la decenas de cartas escritas. Finalmente, la decepción lo agotó. El trajín militar y la ausencia lo llevaron al desamor.
​Oria, por su parte, se encontró despechada. Nunca pensó que Balbino rompiera su promesa. Terminó olvidándolo y encontró un nuevo amor. Al casarse, le dijo a su padre que nunca pensó que Balbino la olvidaría; el tiempo demostró que el Capitán tuvo la razón y le pidió disculpas por haber dudado de él. Juan se sintió complacido.
Años después, parientes lejanos de Mr. Martínez derrumbaron la casa de la calle principal. Mientras el “bulldozer” golpeaba la vieja casa de madera, el cajón donde el Capitán guardó las cartas voló por el viento. Solo se recuperaron seis cartas, las demás sucumbieron en los escombros, perdidas para siempre.


Texto agregado el 13-08-2025, y leído por 82 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
15-08-2025 Conmueve tu texto, pero de él se puede sacar grandes enseñanzas. Saludos y estrellas. nelsonmore
14-08-2025 Solía suceder, por supuesto que todo cambia, pero aquella era una época demasiado dura, creo yo. Me agradó tu cuento que nos habla del poder que ejercían los padres antes, porque ahora lo veo difícil. Saludos. ome
14-08-2025 Binito Perdón... 6236013
14-08-2025 Encuentro terrible que los padres no tengan sentimientos y puedan destrozar el amor puro de dos enamorados . Leerte me duele mucho porque tomo el lugar de ambos y el dolor que han sentido La verdad es que yo suelo hacer mio,los sentimientos y me invade una gran rabia y dolor. Que bello cuento Bonito. Me provocó un tremendo sentimiento y eso es lo que se pretende cuando se escribe . Un fuerte abrazo,muy buen cuento. Victoria 6236013
13-08-2025 Qué triste es cuando se meten los padres en un amor…Para bien o para mal, debería ser un tema exclusivamente de los hijos. Se les puede guiar hasta cierto punto pero nunca cometer esas faltas. MujerDiosa_siempre
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