RETORNO FINAL
Ya estoy aquí, de regreso al pueblo que me vio nacer. Cuando aterrizaba el avión, alcancé a ver el sol que tanto añoraba, aún hermoso en su ocaso. Vuelvo después de treinta años, y sobre todo, vuelvo triunfador. Lo malo es que acá no ha cambiado casi nada, porque en todo el trayecto a bordo del taxi, he percibido el mismo ambiente deprimente de antes. Aún los pocos parques que existen siguen descuidados, casi todas las calles sin asfaltar y a las mayoritarias casas que son de adobe, les negaron vestirlas de cemento. Hasta las paredes del colegio donde estudié la primaria y secundaria continúan con ese mugriento verde de siempre.
Nulas las esperanzas de progreso en este lugar, por eso me fui de acá, porque no nací para ser pobre toda la vida. Me enojaba que mis padres, estancados con ese negocio estéril de vender fruta en el mercado, no pudieran comprarme las preciosas zapatillas de marca europea ni las finas camisetas de coloridos estampados como las que usaba el hijo del único ricacho del pueblo, que aprovechó la consolidada fama de nuestro aire puro, para construir un enorme hotel llamado “Alondra” y dar hospedaje a la numerosa legión de asmáticos de las ciudades vecinas que venían a respirarlo por un tiempo para aliviar sus males.
Por ello, ya desde mi niñez planifiqué irme de aquí y lo hice a mis cortos diecinueve años, cuando decidí aventurarme por tierras italianas, resuelto a trabajar duro y amasar mucho dinero para vivir como un rey y lo logré. Aunque debo aclarar que fue una decepción amorosa la que precipitó aquel lejano viaje un mes de lo previsto, pues por esos días me preparaba para los objetivos trazados, tomando cursos de cocina por si me empleaba en restaurantes, de gasfitería y clases de italiano para no tener contratiempos con el idioma. Pero el rotundo e hiriente “¡no!” de Maruja, que se negó irse conmigo a Italia, me enfureció tanto que, luego de la inevitable borrachera por el despecho, tiré abajo la vitrina con los platos y tazas de porcelana y vasos de vidrio, la radio, los cuadros familiares, el espejo centenario y todo lo que podía romperse en casa, causando que mi familia entera me propinara una justiciera paliza y me echara a la calle, llevándome a duras penas una maleta con la poca ropa que poseía.
Al día siguiente, gracias a los ahorros que recaudé como ayudante en una tienda de licores, volaba rumbo a Roma.
Después de laborar un lustro como barrendero, estibador, lavaplatos, mensajero, jardinero, ayudante de cocina, obrero textil, albañil y finalmente como ayudante de ebanistas en una mueblería, me permitió cosechar una considerable cantidad de dinero. Y por la experiencia que tuve en el último trabajo, en el que me volví un eximio fabricante de muebles, me asocié con un colombiano y abrimos nuestra propia mueblería: “Los Sudamericanos”, con la plena seguridad que sería una próspera empresa. Y no nos equivocamos, pues tras muchos años de esfuerzo y sacrificio, ahora ya estamos por inaugurar nuestra sexta sucursal en Turín. Y tal éxito me ha permitido concretar algunas metas y vanidades, como comprarme dos hermosas casas: una en Roma, con vista al Coliseo Romano, en donde vivo, la otra en Florencia, la ciudad más bella de Italia, que la arriendo a unos árabes que me pagan bien. Así mismo, someterme a un cirujano para que corrija algunos detalles de mi apariencia física, como reducir las desagradables alas anchas de mi nariz y levantarme las cejas para que elimine ese hondo entrecejo que me afeaba. Además de usar pelucas postizas, castañas oscuras de preferencia, para ocultar mi temprana calvicie.
No sé nada de mi familia, ni ella de mí desde que me fui, porque nunca averigué cómo estaba y ni les escribí una sola carta. No sé por qué llegué a estos extremos de resentimiento que ahora me averguenza. Quizás Freud me hubiese dado alguna explicación. Pero ahora tengo cierta paz al reconocer el prolongado y obstinado mal comportamiento que tuve, que es una espina clavada en mi ser, que ya me la sacaré dentro de poco. Solo ruego al Divino Creador que me la tenga con vida y salud, sobre todo, a mis padres.
Ahora veo que el taxista está deteniendo su marcha…Es un hotel más grande que del ricacho que mencioné, pero luce un aspecto fúnebre porque no hay luz en casi todos los pisos del edificio y solo abajo está alumbrado por una tenue luz. Además se ven desaliñados los jardínes y una de las piscinas está colmada de cachivaches. Yo le pedí al taxista que me llevara al mejor y éste no me parece que lo fuera. Ante mi disgusto, el taxista se excusó diciéndome que es el único que ha sobrevivido en este alicaído pueblo. Debe tener razón, aquí las cosas no solo están igual sino peor que antaño. Pero bueno, espero al menos, tenga agua caliente para darme un buen duchazo y luego leer un buen libro hasta que el sueño me venza. Ya las horas se irán volando, vendrá la mañana con su hermoso sol (que es lo único que no ha cambiado aquí) y correré a casa para abrazar a mi familia, esperando esté completa, para darle la gran sorpresa de mi regreso. ¡Síiii!, mañana será un gran día…
II
No había otra alternativa, ignorábamos la fortaleza que poseía ese tipo para oponer feroz resistencia, por lo que tuve que matarlo al ver que nos estaba ganando la batalla. El Supremo Creador sabrá perdonarnos porque lo hicimos para comprar el carísimo riñón que necesitaba Mamá y para pagar a la clínica que le colocó dicho órgano. Afortunadamente, ella pudo salir airosa de la operación, a pesar de sus avanzados ochenta y un años.
Nuestro otrora rentable Hotel Divina Paz y hogar a la vez, ya no rinde como antes, cuando en toda época del año venían los asmáticos de todos los rincones del país a nuestra ciudad, para respirar su conocido aire limpio que les mitigaba sus males, eligiendo la mayoría hospedarse aquí, por el prestigio de las comodidades que ofrecíamos: un moderno edificio de cinco pisos con ocho amplias y confortables habitaciones en cada uno de ellos, un refinado restaurante donde se ofrecía los más tradicionales potajes del territorio nacional, dos piscinas de agua temperada para adultos y niños y un eximio organista que tocaba de todo y todas las canciones que los huéspedes solicitaran, desplazando, a pocos meses de inaugurado, al Hotel Alondra, hasta hacerlo cerrar. Largos años de plena bonanza que permitió vivir cómodamente a mi familia: mis padres, mis dos hermanos menores que yo (que abrazaron la soltería y sin descendencia) y mi único hijo; y ahora, nuestra gallina de los huevos de oro, dando tumbos por culpa de la contaminación venida de las fábricas de urbes vecinas que han ensuciado nuestro aire.
Empezaba a salir la luna y yo barría el pasadizo de los cuartos del primer piso, cuando lo ví ingresando al hotel con una llamativa elegancia en su vestir y andar. Hizo un gesto de alegría al sorprenderse que teníamos un cajero automático y empezó a operar la máquina. Yo, disimuladamente, observé que a los pocos segundos, él empezaba a meter fajos y fajos de billetes a los bolsillos del saco y pantalón. Minutos después, luego que mi hijo lo atendiera y le entregara la llave, él pasó por mi lado para ir a su cuarto y ni siquiera me miró para hacerme algún ademán de saludo. Debía ser de esa clase de hombres presumidos que se creen tan importantes, que ni miran a su propia sombra. Lo bueno es que ese tipo nos cayó como del cielo, en el momento más crítico de la familia.
Un buen rato persuadí a mis dos hermanos, que limpiaban los baños de abajo, para llevar a cabo mi inesperado plan, descabellado, riesgoso, sí, no lo niego, pero no había más remedio que ése a la vista o querían que nuestra madre siguiera agonizando en la Clínica. Como siempre, yo haciendo prevalecer mis posturas en las grandes decisiones que tomaba mi familia, como cuando aceptaron mi propuesta de construir este hotel con la mitad de la fortuna que le pagaron a mi padre en su lejano terruño, al vender las grandes extensiones de campos de cultivo, que recuperó legalmente, luego que le ganara el juicio a unos usurpadores.
Finalmente, mis dos hermanos aceptaron a regañadientes mi idea de entrar al cuarto, dormirlo con algún químico y robarle todo el dinero que tuviera, y después, cuando despertara, engañarle que entraron unos asaltantes al hotel y arrasaron con todos los clientes. No tuvimos que preocuparnos que papá y mi hijo descubrieran el asalto, porque el primero, decidió acompañar a Mamá en la clínica hasta la mañana siguiente y el segundo, como todos los sábados, al llegar la noche se iba a visitar a su madre (divorciada de mi) y no volvía hasta el lunes.
Tras unas horas de espera, entramos en acción pasada la medianoche. Nos cubrimos los rostros con pasamontañas y sigilosamente nos acercamos al cuarto del hombre. Pegamos las orejas a la puerta y lo sentimos roncar. De inmediato, abrí delicadamente la puerta con la llave duplicada y logramos entrar sin despertarlo. Tal como acordamos, mis hermanos se abalanzaron para agarrar sus extremidades y yo traté de cubrirle la nariz con una trapo mojado de cloroformo. Pero el hombre reaccionó apenas sintió los trapos en la cara y me partió los labios con un atroz manotazo. Se desprendió de los brazos de mis hermanos, los tumbó al suelo y empezó a vapulearlos con furibundas patadas. Desesperado, saqué un puñal de mi pantalón y se lo clavé varias veces a su corpulenta espalda. Entonces, vi que cayó muerto. Luego, sabiendo que mis hermanos no se atreverían, agarré un hacha y no me fue nada fácil descuartizar al tipo, por ser la primera vez que lo hacía, y espero, con toda el alma, sea la única en lo que me queda de vida. Entonces, en plena madrugada subimos las bolsas con los restos sangrantes en mi camioneta, fuimos hacia un río alejado, incineramos al desconocido y arrojamos sus cenizas a las tranquilas aguas.
Felizmente han transcurrido dos meses y por mis confiables contactos que tengo en la policía local, sé que nadie ha denunciado la desaparición de alguien. Al parecer, el difunto no tiene familiares en este mundo. Podemos respirar tranquilos…
Ahora toda la familia reunida en los jardínes del hotel, estamos celebrando, con una sencilla fiesta, la dicha de tener sana a Mamá, ya recuperada totalmente y lista para vivir muchos años más con su nuevo riñoncito.
III
¡Aló!, buenos días Susy, tengo ¡buenas noticias!. Anoche me confirmaron la dirección donde vive la familia de Floren... ¡Síiii! Cuéntale a todos para que se alegren…No, no, aún sigo muy agripado, temo contagiar a los compañeros, por eso no podré ir a mi oficina hoy. Más bien, ahora mismo voy a enviarle una carta a Floren, quiero que me hagas el favor de llamarme cuando consigas alguna secretaria desocupada para que escriba lo que le voy a dictar, de preferencia que sea Marita… Ok, gracias Susy…… ¡Aló!, hola Marita, gusto de escucharte… ¡Síii!, es una alentadora noticia...Sí, Dios va a querer que Floren esté bien, espero que esté entretenido con su familia, viajando por muchas partes como me dijo que haría…¡Sí!, ya sabremos cómo le está yendo…¡Ajá!, precisamente le enviaré una carta, pero deseo que me la redactes porque mi letra es horrible ¡Ja, ja!... Es verdad, no te miento, parece letra de borracho ¡ja,ja!... Bueno, ya tengo el texto listo…Ok, Marita, entonces empezamos:
“Querido Floren:
¡Qué pasó socio querido!. Al no recibir ninguna llamada o carta tuya para saber cómo te fue en tu reencuentro con tu familia, no te imaginas cuánto trabajo tuve para hallar al fin la dirección de ella. Debo suponer que por estar viajando con tus padres y hermanos por todo el país o quizás fuera de él, tal como me contaste que harías, no has tenido tiempo para escribirme. Pero no te preocupes, tendrás tus buenas razones para que aún no tengamos novedades de tu viaje. Y digo “tengamos” porque no solo yo estoy preocupado de tu silencio, sino todos los empleados de las seis sucursales que tú muy bien sabes cuánto te estiman.
Los de la Central extrañamos tus ocurrencias que nos hacía reir como esa vez que entraste gimoteando a las oficinas y cubriéndote los ojos con tu pañuelo blanco, alarmándonos tremendamente y preguntarte qué es lo que había pasado y tú que nos respondiste que acababas de cometer un horrendo crimen, dejándonos con los nervios en punta, para que al final no paremos de carcajear un buen rato, cuando desvelaste que venías de matar a una mosca por osar pararse sobre tu pan con salchicha. ¡Qué divertido que fue aquella broma! De todo corazón deseamos es que estés bien, feliz al lado de tu familia, que hayas encontrado saludables a tus papitos y hermanos. Y seguramente te habrá sorprendido y alegrado que la familia habrá crecido, con tus cuñadas y sobrinos que recién conoces. Por mi parte, te cuento que estuve unos tres días por Bogotá el mes pasado, para festejar con mi familia las Bodas de Plata matrimonial de mis padres. Lo pasé divino. Y siempre con las ganas de quedarme para siempre con ellos cada vez que voy para allá. Algún día, algún día será. Respecto a la compañía, todo va viento en popa. Susy resultó ser una excelente manager general, pues estamos a punto de ingresar al mercado de Francia y de los Países Bajos. Muy buena recomendación que nos dio el napolitano para designarla para el puesto, justo una semana antes de tu viaje, pues es muy eficiente para tomar decisiones, rigurosa para contratar al personal que se necesite en la compañía. Ya te convencerás de su profesionalismo cuando vuelvas. ¡Ah!, me acordé de tu Maruja que nunca olvidaste. ¡Vamos, hombre!, seguro que ya sabrás que se casó, que tiene hijos y nietos. Que por las puras desechaste tantas italianas bonitas por abrigar esperanza de que algún día sea tu esposa. Felizmente que ahora último cediste a mis consejos y ya estás dispuesto a buscar una buena mujer para el resto de tu vida. Aún no es tarde, Floren. Recién vas a cumplir 50, muchachón. A esa edad mi padre se casó con mi madre, para que veas. Yo que tú, le echo el ojo a Susy, jaja, ya lo conoces, es muy guapa y aún joven, 42 primaveras. Y averigué también que es separada, tiene un hijo adolescente y que no aún no tiene novio. Buen dato éste último. Está solita, enamórala, hombre, estoy seguro que sería tu compañera ideal.
Bueno, Floro querido, apenas leas esta misiva, te rogamos nos llames de inmediato para estar tranquilos. Hazlo por favor lo más pronto posible. Te lo repito con letras grandes que te ruegan: ¡POR FAVOR!. Mira, no tendremos sosiego hasta que no lo hagas. No sabes cuánto nos alegrará tu llamada. Así esperamos. Saluda a tu familia, a cada uno de ellos un abrazo de mi parte, espero conocerlos algún día, cuando se cumpla tu sueño de traerlos para que vivan acá, para que disfruten de las comodidades que le ofrecerás. Cuidate, Floren, recibe mi fuerte y cariñoso abrazo. Tu eterno socio y amigo, Gildardo”
Eso es todo Marita, muchas gracias. La dirección te la envío ahora mismo por mensaje de texto. Y adjunta a la dirección esta referencia: “Callejón San Francisco de Asís”. Me dicen que es un callejón donde vive la familia. Ya sabes que él se llama Florentino Adamis Paz…Gracias Marita, sí,sí, espero recuperarme si es posible mañana mismo,…¡Síiii!, nunca tuve una gripe más rebelde que ésta….Ok, Cuidate, nos vemos pronto… ¡Marita, Marita! espere un momento por favor, quiero aprovechar para decirle, para decirle, que me gustaría invitarla a almorzar uno de estos días… sí, para almorzar, no se vaya a molestar por este atrevimiento…¿No?, ¿no se ha molestado? Qué bueno Marita, no me ofenderé si usted me dice que no puede, de verdad, usted dirá con toda confianza…¡Oh gracias por aceptar Marita! Usted sabe bien que estoy divorciándome, por lo que no estoy haciendo nada incorrecto. Solo deseo que conozca mis buenos sentimientos, ya sabe lo que me refiero…Ok, está bien, entonces coordinamos cuando vaya a la oficina…Gracias, tú también, cuidate, nos vemos, adiós Marita…Igualmente, besos, adiós.
IV
-¡¿Quién toca?!...-¡¿Cartero?! Acá nadie tiene quien le escriba. ¿A quién está dirigida la carta?, y disculpe que no pueda salir porque estoy con las piernas hinchadas, no puedo caminar…¡¿Quéee?! ¡¿Florentino Adamis?…¿Y a ese desgraciado aún no se lo han llevado al infierno?...No, no, él no vive acá. Él se marchó al extranjero antes que su familia se fuera de esta casa, hace como 29 años…Ya, le voy a indicar dónde vive su familia…De nada, okey… ¿ve ese parque que está al fondo, a su izquierda? ¿lo vio?...okey, gire a la derecha y avance tres cuadras hasta la esquina. Allí vive la familia de ese miserable que nunca se acordó de ella, en el hotel “Divina Paz”.
Bronx, OT, 19 Abril, 2025
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