Supongo que el destino sí existe. Y veo que no fue muy considerado conmigo. Maldigo el día en que abrí los ojos, pues habría preferido mantenerlos cerrados por siempre. De ser así no me diferenciaría de los demás, conviviría tan tranquilamente con ellos que me habría contagiado de aquellos males que los hacen sonreír. ¡No! ¿Quién dijo que yo no sonrío? Por supuesto que lo hago, sólo que no del modo en que ellos lo hacen. Los llamo “ellos” porque no me siento parte de su mundo. Eso es porque lo han transformado de la más vil manera que se pueda imaginar, lo han inundado de gestos que carecen de veracidad, y asimismo, de un cinismo que cada vez se hace más incontrolable. Se han convertido en maeses de lo irreal, desconozco si son ciegos o realmente no desean ver. Opacan lo que no es de su agrado, ocultan lo desagradable y a cambio lo cubren con sonrisas y falsas alegrías. Pensándolo bien, creo que ellos me han exiliado de su mundo por el simple hecho de no poseer sus características más esenciales.
Aún así no puedo ignorar el bien que me hacen. Ciertas personas consiguen hacerme olvidar y soy capaz de vivir siguiendo su ritmo, me hacen sentir que lo real existe y que lo malo puede revocarse. Adoro a esas personas. Lamentablemente, no duran para siempre. Se cansan de mí y terminan exiliándome también. Es parte de mi destino.
Me he propuesto soslayar temores, cosa que no puede ser llevada a cabo. Temo de mi propia mente, sí, temo, porque me traiciona y me hace desear cosas inmundas, despierta en mí los cretinos instintos que tanto me torturan, que tantas veces me han llevado a enfrentarme con algún artificio capacitado para liberarme, pero que tristemente es reprimido por mi todavía vigente conciencia. No pretendo dañar a quienes no lo merecen, y sé que a causa de aquellos infames instintos, en cierto modo, lo hago, y lo haría de una peor manera si me tomara la libertad de aliviarme y de forjar mi propio destino. No, no puedo, siento, es eso lo que me reprime. Estoy cada segundo más cerca, pero siempre aparece la noción, esa inoportuna noción que me informa que vivo por ellos, a quienes tanto critico y no puedo dejar de amar.
La muerte me llama y quiero alcanzarla. Todo a su debido momento. No ahora, no. Algo me lo impide, es lo que tanto me inquieta.
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