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¿por dónde comenzar? ¿por el inicio? aromas/olores

¿A qué huelen las moras? ¿Cómo huelen los moños?

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De esa información que nos recuerda que estamos lejos de poder explicar el mundo, pero no por la imposibilidad de comprenderlo sino por la imposibilidad de encasillarlo completamente en palabras. Se podrá decir qué partículas producen qué reacciones al cuerpo en qué momentos y circunstancias, pero nunca he encontrado la manera de describir la particularidad del olor de una planta, por ejemplo; la diferencia entre la menta y la hierbabuena. Pasa también con los olores de las personas; yo sé a qué huele mi hogar, también sé cómo huele la habitación de mis compañeros, el perfume de mi abuela, los humores de mis amigos, sé a qué huelen mis cobijas, pero no logro expresar con certeza la diferencia, lo que constituye y le da gracia y esencia a esos diferentes olores. Entonces dejo claro que yo nunca podría explicar, por medio de palabras, a alguien que no conoce el aroma del caballero de la noche cómo es el aroma de esa planta. Los olores se sienten, se escapan de las palabras.

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Cuando desperté tuve que sonarme, pues las vías respiratorias estaban congestionadas de moco por las noches frías. lo primero que sentí cuando ya mi nariz se liberó de los mocos fue nuestro aroma, nuestro olor, pues ambos estábamos untados de eso que resultó de lo que hicimos. Me soné y luego hice el desayuno mientras ella se bañaba y se arreglaba. Aunque yo piqué cebolla, pimentón, tomate y los sofreí esos olores solo me quedaban en las manos momentáneamente, el olor que no fallaba en llegarme era el de mi sudor y el que estaba desde mi abdomen hasta mis piernas. Desayunamos y ambos salimos por nuestros caminos.

Era de mañanita y yo estaba compartiendo con cercanos que me encuentro en el camino, ellos me invitan a fumar y yo no sabía cómo rechazar. Me siento con ellos en el anden para charlar más cómodamente, para que me roten de lo que están fumando. Apenas me voy sentando suben a mi nariz mis olores, y me doy cuenta de que me siento cómodo con mi presencia, pues hace un rato que mi sudor me gusta, aunque claro, los códigos tienen incidencia en mí y generalmente es un gusto que no comparto, pues es un proceso encontrarle el encanto, sino uno solo está incomodando. Mi última ducha había sido en la tarde anterior así que yo todavía estaba cómodo, además últimamente mi sudor me hace recordar que vivo conmigo mismo y eso me anima a hacerme cargo de mí. Pero también subió, aunque más sutil, el aroma del sexo; era dulzón y aunque tenía una presencia suave yo pude sentirlo entrando profundamente en mi sentir, después de exhalar podía recrearlo para mi gusto, me hace recordarla de una manera en que no viene a mi mente su cara, es más un recordatorio vívido de la madrugada con ella, pero no son imágenes, es una sensación que me hace querer sentir de nuevo su piel, sus babas y calor, porque es extraño el olor del sexo sin todos estos elementos, es como si el aroma jalara, pero sin éxito, al presente el resto de elementos.

Y por el tema de los códigos y la educación es en esos momentos, después de darme el espacio de olerme de nuevo y prestar atención, que me empiezo a preguntar por lo que alcanzan a oler quienes me rodean ¿Será que les huelo a chucha? ¿será que les huelo a ella? ¿olerá más el sudor que los otros fluidos? Claro que siguen los encadenamientos lógicos que forman preocupaciones frente a la gente pero no hay espacio para que sigan apareciendo porque me rotan el porro, porque hay que seguir el ritmo de la charla.

El olor del porro, que uno se traga cuando fuma, me invade con la primer calada, me pone sensible la garganta y me hace toser, pero con la misma charla llega el momento en que nos despedimos, y cada uno sigue su camino. Seguidamente entré al edificio donde debía hacer las vueltas de ese día, inicié la fila del tramite. En la espera me encontré a un conocido, mientras hablábamos y esperamos empecé a sentir mis humores, ya en espacio cerrado me estaba preguntando si llegarían a incomodar a los demás o cuánto tiempo tenía antes de empezar a resaltar. A mi me ayuda y me gusta sentir el olor de las personas, me hace tenerles en cuenta, pero aquí la regla es no expedir olores, a menos que sean de los autorizados. En la calma de la fila hablo con mi compañero de su último viaje, por temas de su familia se adentró en el departamento del Amazonas, me habló del ritual, de la comida, de cómo era diferente la vida. Mientras, yo tuve la oportunidad de olerme los dedos, ya sin la presencia imponente del porro en mi mano me di cuenta del olor suave que cubría mi mano; a diferencia del humor que emanaba de la mayoría de mi cuerpo no me traía las imágenes de la noche anterior pero si me generaba comodidad y tranquilidad, también ganas de seguir sintiendo ese aroma, era su olor, solo el de ella, de su vagina, sin la contaminación de mi sudor, no se habia degenerado por otros elementos de mis actividades ni por el paso del día.

Pero tras instantes de disfrutar de el perfume que dejo en mí, el compañero de la fila empieza a hacer notar que mis humores son fuertes, sin embargo me acusaba de no haberme bañado, no dijo nada que me hiciera saber que detectó el olor del sexo. Y a raíz de sus comentarios empiezo yo mismo a notar de manera más consciente mis humores, me apena un poco, pero no puedo evitar disfrutar de los olores que yo expedía ese día, porque no era solo el mío. Una cosa era la combinación de fluidos, pero mis axilas no olían como siempre, me recordaba a alguna planta, pero cuando estaba cerca, en mi mente, de saber cuál era se hacía notar otro aspecto del olor y me desviaba. En el transcurso de la fila y con los chistes de mi compañero se iban acrecentando mis ganas de bañarme, iba pensando en si el profesor con el que debía hablar al concluir la fila notaría el olor a humano, en si le molestaría.

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Una de tantas certezas que me dan la convicción de que la amé fue por lo que en mí causaban sus aromas; nuestros aromas, por lo potentes y permanentes. Aquel día disfruté mucho de los aromas y olores, yo siento para vivir, pero no hubiese sentido sino lo hubiese disfrutado, disfruto para sentir. Y fue por ella, por lo que compartimos y por lo que fuimos que pude disfrutar, sentir y vivir. Disfruté y sentí el aroma de la cebolla, del pimentón, de nuestro sexo, de mi sudor y del porro, claro que también muchos otros, lástima que la asepsia de nuestro contexto sea así, como diría un teórico: me tengo que coaccionar para tener mejor desenvolvimiento social, pero bueno, yo sigo en la mía, aromatizando y oliendo.

Hace años que no uso desodorante, por eso pude llegar a creerle que también me amó, no con cualquiera se tiene el lujo de compartir la parte de uno que se muestra en los olores, ojalá encuentre nuevamente alguien para compartir así, pues ya en medio de muchas cosas me ha nombrado chuchento.

A mí me ha estado costando mucho escribir, lo inicié en 2023 y hasta ahora lo termino, pero ese delicioso y hermoso aroma me ayudó esa mañana tanto que logré iniciar.

Si llegaste hasta acá te agradecería si me lo haces saber.

Texto agregado el 24-07-2025, y leído por 30 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-07-2025 Pienso que el aroma es tan importante,que así nuestro cerebro vea una foto,pareciera ser que sentimos el aroma de el o de ella. Es inolvidable como muchas otras cosas que se viven. Victoria 6236013
24-07-2025 Puede que tengas razón, pero creo que tanto un aroma como tantas otras cosas, si son agradables no se olvidan y permanecen en un rinconcito de nuestra mente, por siempre. Saludos. ome
 
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