No fuiste mi mitad al encontrarte,
sino naranja entera, resplandeciente.
Yo, limón libre, ácido y ferviente:
dos mundos que, al unirse, crecen juntos.
Jamás fragmentos rotos, no, jamás:
dos raíces que el tiempo enlaza en paz.
Criamos hijos bajo el mismo abrigo,
tu llama en mi pecho aún me abrasa.
Las canas llegan, lentas, nos retratan,
y aún te deseo, íntegra y verdadera:
amor sin ataduras ni quimeras—
dos almas que danzan, siempre enteras.
Sueño envejecer bajo tu luz de cobre,
contigo, sin dudar, con fe tan noble,
ardiendo en nuestro fuego diario y franco,
tomados de la mano, hasta el final. |