La Princesa Rosaura y el Hechizo de Piedra
En un reino lejano, entre montañas cubiertas de niebla, vivía la princesa Rosaura, de corazón bondadoso, y su padre, el rey Rodolfo, un hombre estricto que creía que la nobleza solo debía mezclarse con su propia clase.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Rosaura conoció a Carlos, un joven humilde pero valiente, que cuidaba de los animales del pueblo. Desde entonces, se encontraron en secreto cada tarde, compartiendo risas y sueños.
Pero una tarde, el rey los descubrió. —¡Mi hija no puede amar a un plebeyo! — rugió, y al instante fue a ver al brujo Mario, quien le entregó un polvo maldito: —Quien lo toque, se convertirá en piedra—.
Al día siguiente, el rey, disfrazado de mendigo, tendió una trampa a Carlos. Cuando el joven se acercó para ayudarlo, ¡zas!, el polvo lo cubrió, petrificándolo en un instante.
Rosaura esperó en vano a su amado. Cansada, se apoyó contra una roca gris —sin saber que era Carlos— y se durmió. En sueños, él le habló: —Tu padre me encerró en esta piedra. Solo tu amor puede liberarme—.
La princesa, al despertar, corrió furiosa hacia el castillo. —¡Padre, esto es cruel! — gritó, con lágrimas en los ojos. El rey, al ver su dolor, comprendió su error y regresó con el brujo. —¿Cómo deshago el hechizo? — preguntó arrepentido.
Mario le entregó una pócima dorada: —El remordimiento es la llave—. El rey roció el líquido sobre la piedra, y ante sus ojos, Carlos volvió a la vida.
Desde ese día, el rey aceptó el amor de los jóvenes. Rosaura y Carlos se casaron y gobernaron juntos, uniendo el reino y el pueblo en igualdad. Y así, aprendieron que el verdadero valor no está en la sangre, sino en el corazón.
FIN
|