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NOCHE DE RONDA- ed.

Hoy me levanté musical. Retumbó desde temprano en mis oídos la balada que popularizóconocido cantante mexicano Agustín Lara: “Noche de Ronda”. Salí a caminar con mis entrañables acompañantes matinales mientras repetía la estrofa:

“Noche de ronda, que triste pasa, que triste cruza, por mi balcón”.

El sol apenas se dejaba ver por el horizonte. La luna aún no se escondía. Mientras trotaba, recordé las innumerables ocasiones que escuché a mi padre en noches de bohemia cantar, acompañado de su guitarra y el coro de sus amigos, la canción del insigne poeta. No tuve más opción que buscar en Youtube la grabación. Coloqué mis audífonos y apreté el botón de marcha y escuché:

“Noche de ronda, cómo me hiere, cómo lastima, mi corazón”.

Caminé. Escuché la voz gruesa y armoniosa del bardo. Bajé por la San Jorge, atravesé la Loiza y continúe hacia la Ashford. Cruzaba de calle en calle junto al piano y el violín que acompañaba las melodiosas estrofas, mientras el astro celestial seguía mis pasos. !Qué madrugada perfecta para aquel canto! , pensé.

La ausencia de tráfico, de gente; el rocío aún no había brotado; y el hecho de que los pájaros aun dormían, hacían de la madrugada un escenario perfecto para tan bella melodía. Era el ambiente ideal para imaginar al poeta con su madera rellena de grafito escribir adolorido sobre el blanco papel los versos, que tal vez escribió a “María Bonita”, o a la mujer a la que él le partió el corazón y la que le dejó la estela del despecho que surca su rostro como un adolorido bufón de cantina.

Imaginé al “músico poeta” en su balcón, hora tras hora con su soledad. Hombre alto y delgado, doblado hacia la pequeña mesa de escritura. Un trago de mezcal en su mano izquierda. Sus ojos llorosos, las ojeras abultadas y cigarrillo en mano. Su corazón alterado que eleva el pulso de sus angustiosos versos para buscar consuelo en la noche solitaria.

Seguí escuchando…

“Luna que se quiebra, sobre la tiniebla, de mi soledad, a dónde vas.”
“Dime si esta noche, tú te vas de ronda, como ella se fue, con quién está.”

Le recriminaba a la luna su ocultamiento después de una noche en vela por su apasionado romance con no sé quién. En el firmamento, la tenue iluminación nacarada que le huía a la presencia espectral del sol. El ocultamiento de la luna era el presagio de que su amada no llegaría. Los miedos de perderla, los celos de no saber si lo engañaban, si se encontraba bien….

Continué mi dialogo lunar mientras transitaba por la calle Washington, ya de regreso:

“Dile que la quiero, dile que me muero, de tanto esperar, que vuelva ya.”

El poeta despechado, solitario y trasnochado. Imaginando cosas en la soledad de tanto esperar. El sufrimiento de lo inútil de su desvelo, de mirar por el balcón a la luna que se escapaba por el horizonte. Reconoció que “las rondas no son buenas, que hacen daño y que dan pena” y terminó en sollozos al ver su compañera de insomnio alejarse cada vez más.




Texto agregado el 09-07-2025, y leído por 37 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-07-2025 Que hermosa canción recuerdas,parece un poema y llega profundamente su letra. Tienes una imaginación inmensa,ya que haz hecho un parangón con esas letras y te ha quedado un texto bellísimo. Aplausos Un abrazo Victoria 6236013
09-07-2025 Gratas imaginaciones del poeta en su dolor por "Ella". Saludos buhonero
09-07-2025 Qué lindo lo que escribiste, me agradó mucho y me recordó esa canción tan hermosa como pocas, muchas gracias, que tengas un excelente día. ome
 
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