Colgó el teléfono, se miró al espejo, había algo distinto en él, no solo eran las ganas de libertad, no solo eran las ganas de vivir, no solo eran las ganas de salir, era mas bien una mezcla de sensaciones que hacía tiempo que no sentía, como un bloque de hormigón que caía sobre él con muchos huequecitos que rellenar con recuerdos, como un mundo de tonterías de las que reírse durante toda su vida aún sabiendo que para él serían tan importantes como el aire que respiraba. En ese momento vio cosas que antes le pasan desapercibidas como importantísimas; su ropa, sus gestos, su forma de mirar, su forma de hablar, su forma de reír, todas esas cosas habían cambiado de pronto, ahora eran fundamentales, puede resultar trivial mal mirado, pero no, él las veía importantes.
Comenzaba de pronto a crecer dentro de él un mundo imaginario, un mundo lleno de musas, lleno de amores platónicos, lleno de sensaciones que para nada tenían que ver con la realidad, alguien le dijo que eso le haría daño, que a la larga le traería fatales consecuencias, pero le daba igual, en ese momento lo necesitaba.
Miraba la vida desde arriba, sin prestarle atención, dejó de hacer caso a las cartas, a las palabras amigas, se sumió en su mundo y durante unos segundos fue tremendamente feliz...
... Después salió a la calle, la realidad le arrancó el corazón y lo tiró al primer cubo de basura que encontró por el camino. Pero aun así mereció la pena soñar por unos momentos. |