Érase una vez una niña llamada Susi. Ella vivía con su padre, su madre y su hermana Andrea.
Susi era una niña linda, buena y encantadora que siempre ayudaba y amaba mucho a su familia.
Un día por su cumpleaños, sus padres le regalaron unos lindos zapatos azules y su hermana Andrea le regaló una hermosa pelota de muchos colores.
Pero a Susi se había quedado encantada con sus zapatos azules, que poco le importó la pelota de muchos colores que le había dado su hermana Andrea.
Los días y los meses pasaron, y ella nunca dejaba sus zapatos azules. Iba a la escuela con sus zapatos azules, iba a pasear con sus zapatos azules.
Iba a jugar con sus zapatos azules hasta para dormir, dormía con sus zapatos azules.
La madre esperaba que ella se durmiera para poder quitarle muy despacito sus zapatos azules y así no levantarla. Los días iban pasando y sus zapatos se iban deteriorando, se estaban haciendo viejos, pues Susi no los dejaba para nada.
Su hermana Andrea, un día mientras dormía, le escondió sus zapatos y ella se puso muy triste porque no los encontraba, no quería ponerse otros porque aquellos eran sus zapatos preferidos.
Pero Andrea no pudo más al ver a su hermana con tanta tristeza y le entregó de nuevo sus zapatos azules.
Cuando Susi vio sus viejos zapatos, se puso muy contenta y saltaba de alegría.
Un día, Susi se dio cuenta de que sus zapatos azules tenían un pequeño agujero en la suela y fue corriendo a mostrarle a su mamá.
En la noche, cuando se fue a dormir, su madre cambió los azules viejos por los zapatos rojos nuevos pensando que cuando despertara se iba a poner muy feliz, pero un gran susto se llevó la madre cuando despertó y comenzó a gritar: "Dónde están mis zapatos azules, mamá, dame mis zapatos azules".
Su madre fue al dormitorio y le preguntó por qué estaba gritando de esa manera y le dijo que, de esa forma, no podría arreglar los problemas.
Pero después le habló mucho con mucho amor que le hizo entender que hay cosas en la vida que no duran para siempre y que algunas veces tenemos que aprender a desprendernos de aquellas cosas que tanto nos gustan y amamos.
A la final Susi pudo entender todo, que cuando su madre le entregó sus nuevos zapatos rojos, esta vez Susi se puso muy feliz, y le dio las gracias su y le dijo:
Mamita, eres la mejor del mundo y te amo mucho.
FIN
|