Hoy he dejado de escribir las letras que siempre te enviaba, para cerrar el desafiante mundo de tu risa ardiendo en mis entrañas. Las tardes ya no serán habitadas por el sabor de tu silueta, ni mi amor se extenderá otra vez en la tersura de esos labios; sólo he regresado a este pretérito encarnado en tu semblante, que puso fin a lo dichoso de mis días. Y todo se conjuga en lo factible de este sino quebrantado en átomos de llanto, en el despojo de lo que nunca volverá a ser mío, sino una soledad sumida entre los huesos. Hoy sólo rondarás mi espalda en imperceptibles hilos, te perderás en otros suspiros de la tarde que nunca llegaran a mí, podré verte ramificado en los distintos rostros de las calles y los escaparates, prendida en esos ojos que aún laten furiosos de recuerdos. Toda felicidad ha declinado en estos valles, sin sustento saldré a batallar bajo una piel guerrera que era tuya para dejar atrás tanto dolor, mientras por dentro resurgirás nuevamente en lo más bello de mi alma. Con un hasta nunca moriría al instante, quizás con sólo adiós, mis letras volverían a nacer desde estos labios marchitos.

Ana Cecilia.